Hace un año, la vida de la venezolana Kathiana Cardona dio un giro de 180 grados. Fue diagnosticada con cáncer de mama y después de agotar recursos y posibilidades a su alcance, recurrió al micromecenazgo (crowdfunding), donde miles de pequeños aportes económicos han servido para cubrir el costoso tratamiento, gracias al que sigue viva.
“Nunca me imaginé que yo iba a estar en este lugar, y me daba pena (vergüenza), sinceramente me daba pena, pero aquí estoy”, dice Cardona a Efe al recordar que hace poco tiempo era ella quien organizaba colectas para otras personas a través de un movimiento de defensa de los derechos humanos.
En Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta, una severa crisis mantiene bajo mínimos los servicios públicos y el sistema sanitario hace más de un lustro.
Y en el marco de esta crisis, donde más del 96 % de los hogares de Venezuela tiene ingresos de pobreza -de acuerdo con el último estudio de condiciones de vida de las principales universidades del país-, costear un tratamiento médico o una intervención quirúrgica, incluso una sencilla, resulta imposible para la gran mayoría.
“Mi tratamiento cuesta 40.000 dólares, solo el tratamiento”, añade Cardona tras indicar que debe operarse después que sus tumores reduzcan su tamaño.
Hasta ahora, esta fotógrafa y diseñadora ha logrado recolectar casi 5.000 de los 55.000 dólares que se planteó como meta en una popular página de micromecenazgo. Con ese dinero ha podido resolver hasta aquí, pero todavía queda un largo camino por delante.
DERECHO VULNERADO
Para los venezolanos, la salud es un derecho consagrado en la Constitución. El artículo 83 de la Carta Magna señala que la salud “es obligación del Estado”, que está obligado a garantizarla “como parte del derecho a la vida”.
La gratuidad, universalidad, equidad y solidaridad son solo algunas de las características, por definición, del sistema sanitario en Venezuela.
Pero el sistema público de salud colapsó hace mucho, por lo que algunos, que tienen los recursos para costearlo, recurren a seguros médicos privados que garantizan atención en clínicas, aunque la mayoría queda a expensas de un sistema que no cumple, como le sucede a Cardona.
CAMINO CUESTA ARRIBA
Otra víctima del sistema es el jugador de fútbol sala Christian Arias, a quien una lesión de rodilla le supone una amenaza para su carrera y le hace pensar en adelantar su retiro.
“El Loco”, como le conocen en la Liga Nacional de Futsal -en la práctica el único torneo profesional del país-, se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha en una jugada desafortunada.
Arias es guardameta del Real Esperanza y en un lance típico de un partido de fútbol sala, cortó una bola y se lanzó hasta el arco contrario. Sorteó a todos los rivales que encontró en el camino, pero cuando remató a gol sintió que su rodilla se rompió.
“(La lesión) me afecta bastante a nivel anímico”, dice a Efe el joven de 25 años. “El fútbol es mi vida, las personas que me puedan conocer (lo saben), el fútbol es mi vida, es mi vida de verdad”, añadió.
Para reparar sus ligamentos, llevar la rótula a su lugar y costear varios meses de rehabilitación, Arias necesita 4.500 dólares, según el presupuesto de una clínica especializada en lesiones deportivas.
El monto parece poco en vista de la gravedad de su lesión, pero en Venezuela es una pequeña fortuna. Tanto que su equipo no la puede pagar sin ayuda.
Así, el micromecenazgo fue la idea de los directivos del club y de la hermana del joven para recolectar el dinero.
“Son 4.500 dólares que me encantaría tenerlos, pero lastimosamente no (los tengo)”, dice Arias con resignación. “Llevo alrededor de 270 dólares, no pierdo la esperanza, pero el camino es bastante cuesta arriba”, agrega.
TAMBIÉN EN LAS REDES SOCIALES
El micromecenazgo es la opción preferida por los venezolanos, golpeados desde cada esquina por la crisis, cuando se trata de recolectar grandes sumas.
En el sitio en internet más popular sobre esta forma de recolección de fondos hay casi 11.000 entradas relacionadas con venezolanos, la mayoría destinadas a cubrir intervenciones quirúrgicas o tratamientos médicos.
Pero buena parte de los pedidos para cubrir cirugías o terapias se hace a través de las redes sociales, lo que en Venezuela se conoce como “servicio público”.
Para atender estos requerimientos diarios hay varios grupos que reciben donaciones que redirigen hacia los necesitados. Muchas veces son artículos tan básicos como jeringas, otras veces medicamentos costosos o que escasean en el país.
Al final del día, esta es para muchos la única vía para seguir con vida o curar una dolencia.
Pero también es la confirmación de una realidad que está a la vista de todos en Venezuela, y que por ahora se mantendrá así de manera indefinida: el sistema público de salud colapsó. Como casi todo en este país sudamericano.