Lucrecia Bruzual toca sus brotes de café mientras reza para que florezcan. En sus manos y en las de otras mil personas de Petare -la favela más grande de Venezuela-, el caficultor Enrique Egaña, junto a la ONG Zona de Descarga, se centró en el sueño de crear una marca de café “con propósito social” y calidad de exportación.
Egaña, motivado por su deseo de “devolver al caraqueño el orgullo de producir el mejor café”, explicó a EFE que lleva seis meses dictando talleres a vecinos de Petare, a quienes les enseña a sembrar, cultivar y cuidar las matas de café, que luego servirán para el consumo personal de las familias y la posterior creación de una marca gourmet, de las que poco se hacen en Venezuela.
El proyecto lleva por nombre Petare Blue y ha logrado, en medio año, ofrecer talleres en 27 zonas de la barriada donde, además de enseñar a cultivar café, les regalan a los participantes un puñado de brotes para que se encarguen de cuidarlos y, más adelante, cosechar sus frutos de manera efectiva, para así poder conseguir un café de “especialidad”.
DEL BARRIO PARA EL MUNDO
Que los ciudadanos puedan convertirse en “caficultores urbanos” y consuman un café de calidad que ellos mismos puedan cultivar, tratar, y posteriormente, ofrecer para la venta es el propósito final del proyecto, con el que prometen llegar a la entrega de 20.000 plántulas a vecinos de Petare.
“Les damos las clases, les enseñamos las maticas, les enseñamos cómo hacer, cómo sembrarlas y ha sido bueno, bastante exitoso”, detalló Egaña a EFE.
Explicó que las semillas son una versión nacional de alta calidad que él mismo provee, ya que no cuentan con financiamiento, y que dona a los vecinos en los talleres donde, además, les ofrece recetas de abono a partir de elementos que pueden encontrar en sus casas como cáscaras de plátano, cenizas de carbón y restos de café, para que el costo de mantenimiento sea mínimo.
El agricultor recordó que para producir un buen café es necesario un cuidado especial, desde la semilla hasta la recolección del fruto y su procesamiento, algo que enseñan en los talleres de Petare Blue con la visión de que lo que se cultive sea para promover una marca de calidad y de exportación.
“Estamos en un periodo experimental, estamos todos experimentando. Ojalá que todo salga bien para tener resultados positivos, para que se entusiasmen más (personas) y, entonces, de forma masiva, puedan sembrar café”, subrayó.
CAFÉ VS. VIOLENCIA
Luego de recibir los talleres, los petareños son incluidos en grupos en línea en los que se hace seguimiento al desarrollo de las plantas y se atienden solicitudes o dudas en torno al cultivo.
Jimmy Pérez, cofundador de la organización Zona de Descarga, dijo a EFE que la idea es poder masificar el proyecto, devolver la tradición cafetalera a Venezuela y enfocarse en el reconocimiento internacional del “café de especialidad” que será posible elaborar a partir de plantas sembradas en un barrio considerado de los más peligrosos del país.
Sostiene que la idea recoge un “enfoque social, más que un emprendimiento, que pudiera, por ejemplo, reconstruir el tejido social y, a la vez, generar espacios de orgullo y en los que puedan sentirse útiles”.
“La expectativa que nosotros tenemos, más que comercializar, es construir espacios de paz (…) reducir la violencia y generar una alternativa o un referente que sea distinto a los hechos que pasan en el barrio”, apuntó.
TODOS JUNTOS
Con bolsas de plástico recicladas, tierra que consiguen en patios de otros vecinos y envases recortados en forma de maceta, los beneficiarios de los talleres usan el ingenio para hacer crecer sus plántulas.
María Pache, dueña de una bodega en un sector de Petare espera, en un año y medio o dos, poder vender en su negocio ese café que crecerá de las plantas que cultiva en la azotea de su vivienda.
Igual que ella, los miembros de la comuna “Vamos con Todo” esperan que las 600 matas que sembraron en un parque de la zona y las más de 1.000 que serán plantadas, y que ahora cuidan en un almacén de la comunidad, crezcan y se conviertan en un medio de sustento para todos.
Edgar Cordova, uno de los agricultores del proyecto, celebra que “la gente se anime a sembrar” y que él, que nació en el llano venezolano, pueda volver a su oficio “trabajando la tierra” y progresando. EFE