Caminar hasta 14 horas por día durante siete días seguidos bajo lluvia, atravesar ríos caudalosos, recorrer riscos peligrosos, pisar terrenos enlodados, sortear animales peligrosos, cruzar por zonas donde dominan grupos delictivos y no hay presencia policial, ser víctima de trata de persona, de violaciones, de extorsiones, de secuestros, entre otros riesgos más, son algunas de las situaciones que enfrentan aquellas personas que deciden cruzar el Tapón del Darién para alcanzar el llamado sueño americano.
Por La Opinión
Una de las zonas más peligrosas del mundo para transitar, se convirtió en una alternativa para quienes en medio de su desesperación huyen de Venezuela en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Las cifras de venezolanos en El Darién aumentaban más, incluso, superando a los haitianos que eran quienes por supremacía empleaban esta ruta para llegar a los Estados Unidos. Niños, mujeres, personas de la tercera edad, embarazadas, mujeres lactantes son población altamente vulnerable que caminaban por esta selva.
El Diario La Opinión y Estoy en la Frontera hicieron una investigación sobre algunas de las aristas de lo que significa esta travesía para los migrantes y refugiados venezolanos, pero sobre todo, queriendo visibilizar todos los riesgos que corren al hacerla.
Los venezolanos y el Darién, un cruce infernal hacia el sueño americano es una muestra de lo que pasaba en el Tapón del Darién y de lo que están viviendo las personas que a diario se arriesgan a adentrarse en plena selva y ver si logran sobrevivir a ella.
Maribel Torres
‘Tú sientes que entre la vida y la muerte hay un respiro en la selva’
Este año empecé a escuchar que estaban dando tantos beneficios a los venezolanos en el norte y decidí emprender esta travesía.
Primero, intenté ver si podía con el pasaporte, pero lo tenía vencido, entonces, me tocó tomar la decisión de irme por tierra, no pude hacer un grupo y decidí irme sola era un riesgo muy grande.
Salí por la trocha por Maicao (La Guajira), el 2 de mayo. Ese día comencé mi viaje atravesando Colombia hasta llegar a Maicao, Barranquilla, de Barranquilla agarré un vuelo hasta Montería, tomé un bus hasta Necoclí, que fueron dos horas de viaje.
Allí en Necoclí compré todo lo que necesitaba: unas botas, un camping, comida, preparé mi maleta, aunque normalmente te dicen que todo eso lo vas a perder, que no lleves tanta ropa, yo llevé poquita, llevé medicamentos y emprendí mi travesía. De Necoclí te bajas en Capurganá y ahí te están esperando unos guías, esos guías que ya otras personas han pasado y ellos te los recomiendan. Allí me dieron dos opciones: una ahorrándote tres días viajando en lancha y la otra selva completa que cuesta 150 dólares. Yo pagué 300 dólares y me ahorré de 3 a 4 días de camino, porque te llevan en una lancha rápida por la costa de Panamá.
Esos 300 dólares que tú pagas en Capurganá te cubren toda la travesía por la selva hasta el campamento El Abuelo, donde te recoge la ONU.
A las 12:00 de la medianoche sales de Capurganá, porque resulta que esas lanchas rápidas son ilegales, son utilizadas para el transporte de drogas y el tráfico de humanos. Las lanchas las ubican en la parte de atrás de donde están los restaurantes, tú esperas en Carpurganá sin hacerte sentir, igual ya toda la costa sabe que ese es un paso, allí hay una sola policía y no están pendiente de eso.
Son lanchas de 4 motores. A la 1:00 de la madrugada llamaron y dijeron que la policía costera estaba en un descanso y era el momento preciso de pasar y en ese proceso de atravesar el mar yo vi como 20 lanchas más, cada una tenía como 60 personas, te podrás imaginar la cantidad de gente que pasan a diario. Allí había haitianos, africanos, asiáticos, de todas partes del mundo.
Una vez le dan el aviso empieza la travesía como tal, allí es cuando sientes que el peligro va comenzando, porque cuando estás en Colombia y Venezuela no se siente el miedo tan fuerte como cuando tú te montas en esa lancha. A la final todos vamos a pasar por la selva, días menos, días más, pero todo vamos a pasarla.
Las lanchas salen a alta velocidad, todo a oscuras y sin ver nada.
Era tan fuerte que la parte de enfrente se levantaba, y lo único que nos dan de protección son unos chalecos salvavidas pequeños y las maletas van en bolsas amarradas en la parte de abajo y a la suerte de Dios.
En ese momento que atravesamos, en la noche, hay bebés, niños, narcotráfico, drogas en la misma lancha. Llegamos a la costa panameña, donde comienza mis tres días en la selva, donde llegas y el mismo guía, que es un panameño indígena, es quien te recibe el dinero.
La lancha nos dejó en un lugar que se llama Carreto. Esa hora y media montada en la lancha me ahorró tres días metida en la selva. El guía me nombró jefe de grupo y yo debía hacerme cargo dinero, ellos mismos seleccionan quién va ser el encargado.
Yo siempre me decía: debo estar tres pasos adelante, porque yo soy mujer. En la lancha donde yo iba la mayoría eran africanos, yo no les entendía, pero me hacían caso, había cuatro mujeres conmigo y los demás eran hombres. La cantidad de hombres que pasan es mayor que las mujeres.
Nos dan un indígena, que será el guía y quien conoce todo el paso por la selva, y así comenzó mi travesía. En mi grupo éramos como 63 personas y solo 7 eran venezolanos, pero en el camino te vas encontrando gente, porque salen con otros grupos. Ese día salían como 15 grupos de 50 personas.
Esa noche que nos dejó la lancha a mí se me quedó la bolsa de comida y en un bolso yo tenía Ensure, que es un polvo de proteína, y a la suerte de Dios, porque dónde encuentras tu comida en plena selva. Le ofrecí mi vida a Dios y le dije que sea lo que tú quieras.
Entré a la selva, el guía iba muy rápido y desde la entrada te dice que él no se hace responsable de las personas que queden atrás. Siempre traten de ir al paso del grupo, cuando empezamos a llegar, solo teníamos que pasar dos montañas, una de ellas La Llorona, cuando entramos en esa yo quería ir al paso del grupo y me quedé, porque obviamente yo no hacía ningún tipo de ejercicios, yo un mes antes comencé a tomar vitaminas, porque sabía lo que me esperaba, seguí y yo veía que la gente me pasaba hasta que llegó un momento que quedé sola en esa selva pantanosa donde te hundes.
Yo en ese camino quede sola en plena selva con miedo a que llegara el grupo organizado que es quien viola y secuestra que son como 15 personas. En mi resistencia no estaba llorar, en ese camino yo vi de todo. Por ejemplo, de mi grupo una se partió el tobillo subiendo la montaña La Llorona, que es la primera montaña que uno se consigue.
En la primera subida tuve que despejar mi bolso, boté todo completamente, caí en un hueco y quedé sola en la selva, fue el único momento en el que pensé que me iba a morir. Tú sientes que entre la vida y la muerte hay un respiro en la selva.
En ese momento, yo me vi sola y ya eran las 4:00 de la tarde y empezaba a sentir que ya caía la tarde y pedía a Dios que no me dejara y casualidad pasó un señor de la India y él me sacó, pero me dijo que no iba a ser responsable de esperarme. Yo le dije que no importaba, pero que me sacara.
Me sacó y empecé a escuchar ruidos, eran unos orangutanes, esos monos te avisan cuando estás cerca del primer campamento, porque el guía al principio nos dijo eso. Cuando llegué (al primer campamento) eran las 6:00 de la tarde y estaba casi oscuro, yo llevé una linterna y con eso me alumbraba. Yo había botado la ropa, porque el mismo peso del bolso te ahogaba, a pesar de mi condición física, que soy una mujer joven, con buena salud y yo sentía ahogo.
Cuando subimos, en la primera parte de la selva, había un muerto, era un hombre de contextura gruesa, de unos 35 años, estaba tapado por palmas. Llegó rápido, pero por ahogo le dio un infarto y murió en las orillas del río. Fue el primer muerto que vi, nunca había visto un muerto fue una impresión muy grande, te dan ganas de devolverte, te dan ganas de llorar y te preguntas ¿por qué hice esto?.
Entras en un colapso, que tu mente queda en blanco, lo tuyo es salir de ahí lo más antes posible. Yo iba decidida a todo, pero igual la mujer corre el riesgo de que la violen, secuestren, maten.
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