La teoría política resulta insuficiente como ciencia para explicar las azarosas coyunturas que definen el rumbo a seguir de un acontecimiento. De manera que no existe un criterio estricto para advertir a plenitud las consecuencias animadas por la dinámica de un evento.
Fue así como surgió la crisis actual venezolana que si bien vino manifestándose desde los inicios de los ochenta, a consecuencia del desorden administrativo que siguió al boom petrolero de mediados de la década de los setenta, adquirió imponente fuerza en las siguientes décadas.
La esencia del neopopulismo permitió que dicha crisis arreciara. Se magnificó debido a la impunidad gubernamental que arrastró vicios propios de la impudicia. El llamado socialismo del siglo XXI afincó la corrupción desatada.
La teoría política no pudo advertir la crisis política y económica que devendría junto al desmoronamiento del Estado democrático y social de derecho y justicia.
El país se convirtió en un descarnado escenario de choque entre las fuerzas del atraso y del oscurantismo político, con la retrógrada propuesta de intervenir todo lo posible con desalmado descaro chantajista, y las combativas fuerzas que buscan reivindicar las libertades en su concepto más determinante y envolvente.
En el fragor de tan profunda crisis de dominación, el pueblo contestatario sigue empeñado en la renovación de los cuadros de gobierno toda vez que la gestión emprendida sólo ha llevado el país al más horrible atolladero que la historia republicana haya podido registrar.
Deseos de cambio en Venezuela
Hoy, las frustraciones amontonadas sobre sentimientos y esperanzas de una población empeñada en vivir bajo una merecida calidad de vida social, económica y política se exacerbaron al punto que no hay muchas posibilidades reales de retorno.
El cambio, como hecho de recia dinámica, va delante de cualquier impedimento que paute el régimen opresor y usurpador como freno a tan legítimos derechos exigidos por la sociedad venezolana. No habrá fórmula que no consiga despejar la incógnita que comprometa un resultado de libertad.
De modo tal que ante tan arraigada decisión el valor de una sociedad, hastiada de tanta arbitrariedad, humillación y desprecio, cometida en nombre de una revolución que arremete con violencia la dignidad e integridad de los ciudadanos, se convirtió en bandera de lucha frontal y declarada.
De seguir así, y aunque suene cruel y duro reconocerlo, al país se le están agotando las oportunidades. Más porque las realidades parecieran vislumbrar que Venezuela tiene el tiempo contado.
Antonio José Monagas
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.