William Anseume: Trabajadores sin respuesta

Redaccion El Tequeno

El año comenzó laboralmente encendido. Con justas razones, muy visibles, por cierto. No se trata solo de la devaluación diaria de la ya inexistente moneda nuestra, el bolívar, por si acaso alguno desprevenidamente lo olvidó. Tampoco de la vuelta tan cercana a la hiperinflación. Ni siquiera es nada más que los miserables sueldos o el salario mínimo no llegan a alcanzar para la ingesta diaria de alimentos o al menos el transporte. Seis dólares al mes transformados en las escalas de sueldos de la administración pública o como referencia de la empresa privada ni a burla descarada llega. Pensemos que un dólar diario es la medida de la pobreza extrema y esto es menos de un dólar semanal. Hay más razones para la protesta encendida que hemos apreciado en todo el país.

La destrucción, la desaparición del valor del trabajo por parte del régimen de Nicolás Maduro llegó a niveles intolerables el año pasado. La reducción del sueldo impuesto por el Instructivo de la ONAPRE desde marzo, el no reconocimiento de esa reducción siquiera como deuda, o alguna oferta compensatoria que pudiera haberse materializado pronto, tanto como la permanente guachafita engañosa, con mofa a los jubilados, por ejemplo, al haber ofrecido un bono importante y después ni siquiera haber informado lo que con el ocurrió, la nada, cuando fue el único anuncio de quien ocupa malamente la presidencia de la República, el día del trabajador, es de los tratos más irresponsables y crueles que se hayan percibido en la historia del trabajo en Venezuela. En el caso universitario, el absurdo desconocimiento volátil de la Convención Colectiva que el mismo régimen impuso da cuenta del desparpajo supremo. En ese sentido, 2022 es un tiempo para la ingrata recordación de un régimen que está dispuesto a arrasar con todo como ha venido demostrando fehacientemente.

Tampoco es aquello lo único. Este periodo pasado se concretó el más completo de los abandonos de la protección social. Porque este régimen, ahora escudado en las sanciones, como si la gente fuera pendeja, se olvidó que existen seguros de vida, seguros de hospitalización, cirugía y maternidad y se jacta con míseros centavos que entrega, como una bula más, para matrimonios, o para los supuestos estudios de los hijos de los trabajadores, centavos que no llegan a cubrir los gastos de unas servilletas. Las prestaciones sociales se convirtieron en fraude vacío en estos más de veinte años de socialismo siglo XXI. Para cerrar el colmo de la desprotección social, como he venido denunciando desde 2021, se robaron los aportes de los afiliados para el sustento de cajas de ahorro, de sindicatos y gremios y de los institutos de previsión. Una alta suma de dinero por cada institución que no entregaron durante todo 2022. Si llegan a reconocer algún día esa deuda valdrá menos de la mitad. Debemos exigir su pago permanentemente y el recálculo actualizado de la misma. Eso implica afectación directa en sueldo y protección de los empleados que allí laboran, entre otros compromisos eludidos por imposibilidad de atenderlos.

Pero ante todo este desastre generado por el descalabrado manejo financiero y administrativo de la nación, nadie siquiera da la cara a los trabajadores. Lo más que se ha visto es un ser que funge de gobernador de frontera referirse al tema señalando que están estudiando las necesidades y como enfrentarlas de manera duradera. Cosa que, además, nadie cree. Los señores que fungen y fingen de ministros son una extraña recordación. En algún lado estarán escondidos. Pero su accionar en los despachos que ocupan se ha caracterizado por la inercia y el ocultamiento. El silencio y la mediocridad. ¿Trabajo? ¿Educación? ¿Finanzas? Nada tienen que decir, porque el desastre se les creció de manera descomunal y no dan para más torpeza y más maldad destructiva, no solo en lo laboral.

No es de extrañar para nada que el rollo lo hayan puesto en la palestra pública, con las concentraciones y marchas en todo el territorio nacional, los sectores educativos, acompañados de la administración pública, jubilados y pensionados, y ahora Sidor, a la que se le sumarán otras de las llamadas empresas básicas. El desastre educativo resulta aún mayor. Con pérdida continua de personal que es imposible reponer, con pérdida de tiempo valioso, con pérdida en caída libre de la calidad educativa. De nada les valió poner en marcha este año pasado el oneroso plan Universidad Bella, refacción de cascarones.

Los reclamos laborales seguirán sin miedo al amedrentamiento o la persecución porque, como podemos ver brevemente, la afectación es demasiada, la inclemencia contra educación y trabajo es desmesurada y se defiende el pan y el derecho a la vida. La exigencia y la atención de la exigencia debe centrarse en los derechos, las leyes, los derechos humanos laborales, lo estipulado laboralmente en la constitución, los acuerdos internacionales firmados por el país. Cualquier movimiento contra esos documentos es un nuevo fiasco a la educación y al trabajo. Por ahí anuncian la llegada nuevamente de la Organización Internacional del Trabajo. Ojalá venga a poner el cascabel a este gato espeluznado. Si no carece de sentido, nuevamente su visita. Cualquier movimiento en falso se traduce en la profundización de la desaparición del trabajo, de la educación, de los fundamentos del Estado. Debemos perseverar en las calles las demandas. En trasmitirle a la opinión pública nacional e internacional las mismas. Resulta espantosa la situación humana en Venezuela por causa de un poder desmedido en sus abusos y en la busca de la imposición de su ideología y los intereses de países enemigos de la democracia.

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