Dentro de mis sesiones de coaching y las terapias que realizo frecuentemente, he escuchado como muchas personas confunden el término “Xenofobia” con el de “Aporofobia” al referirse a los venezolanos en el extranjero. Lo que ha pasado con muchos venezolanos que han llegado a otros países no es “xenofobia”, es “aporofobia”, un término creado por la filósofa española Adela Cortina, para referirse a la hostilidad de las personas contra los desamparados.
Aporofobia, del griego άπορος (á-poros),sin recursos, indigente y pobre; y φόβος (fobos), miedo. Entonces la palabra se refiere al miedo hacia la pobreza y hacia las personas pobres. La diferencia entre esta actitud y la “xenofobia”, que sólo se refiere al rechazo al extranjero, es que no se discrimina socialmente a personas inmigrantes cuando estas personas tienen suficiente dinero, relevancia mediática o social. Realmente no son los extranjeros quienes producen tal fobia, pues siempre se espera de ellos que puedan invertir y que aporten ingresos al país donde llegan. Los que inspiran desprecio son los pobres, los que no pueden ofrecer nada bueno y tienen que competir con los de ese país por las plazas de trabajo o los beneficios sociales.
Adela Cotina explica en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre” (Paidós, 2017) afirma que “no repugnan los orientales capaces de comprar equipos de futbol, o de traer lo que en algún tiempo, se llamaban petrodólares”, ni los futbolistas de cualquier etnia o raza, que cobran cantidades millonarias, pero que son decisivos a la hora de ganar competiciones. “Las puertas se cierran ante los refugiados políticos, mendigos sin hogar, ante los inmigrantes pobres, condenados mundialmente a la invisibilidad” afirma Cortina.
Sólo a través de la educación inclusiva y la formación en valores es que esta situación podrá atacarse. Todos creemos que por no ser racistas, homofóbicos, ni intolerantes ya estamos libres de culpa; pero mientras desconozcamos estos términos o los confundamos, esto va a seguir pareciendo normal y sólo preocupando al que la padece y no a las instancias de derechos humanos de cada país.
Heber Londoño – @heberterapeuta