Xenofobia y poca ayuda gubernamental: el drama de los migrantes venezolanos varados en la frontera entre Chile y Perú

Redaccion El Tequeno

La plaza Miguel Grau de Tacna luce vacía. Apenas un par de policías se pasean conversando. Hace unas semanas, la imagen era muy distinta. Cientos de personas migrantes se habían instalado luego del anuncio del cierre de frontera hacia su destino más al sur: Chile.

Hoy resaltan las marcas en el pasto de donde hasta hace poco habían carpas. En frente una Iglesia y al costado, una puerta por donde se asoma un hombre. «Soy el padre Clailson Natal Barp. Soy el sacerdote calibriniano, el director de la casa de acogida al migrante en Tacna, al sur del Perú».

La casa tiene nueve años y es administrada por la iglesia católica con recursos de ACNUR. El director no sabe el número exacto de personas alojadas en este momento. Pueden ser 30 o 40. Eso cambia cada día. A cada hora.

«Cambia un poquito la dinámica debido a que los pasos están cerrados. Tacna siempre fue una ciudad, fue un corredor humano y la casa se presenta como un oasis en el desierto para que puedan descansar, lavar su ropa, alimentarse y seguir su camino. Y todo lo que hemos escuchado los últimos meses es debido a las barreras, que están cerradas las fronteras, entonces Tacna sintió más el drama de la migración que nunca ha parado, la verdad es que nunca ha parado», dice Natal Barp.

El sacerdote dice que a medida que los migrantes llenaban la plaza «la xenofobia aumentaba». El rechazo de la población hizo que las autoridades decidieran frenar el ingreso de migrantes enviando a los militares a la frontera con Chile «Tacna nunca ofreció nada a un migrante. Solo la iglesia y las ONGs. El gobierno nunca ha ofrecido una oportunidad. Nada. Absolutamente nada. Ellos quieren quitarlos de las plazas, pero no tienen ninguna propuesta para esta gente».

Esta tarde dos jóvenes migrantes van camino a la frontera para intentar cruzar. Dicen que no quieren hablar con periodistas porque tienen miedo.

Elizabeth se atreve y nos cuenta su historia. Vino hace dos meses desde Venezuela junto a su esposo y sus hijas de 3 y 5 años. Lleva un mes varada en esta ciudad y quiere que la situación se calme para intentar cruzar a Chile «Nos dicen totalmente que no podemos entrar, que las fronteras están cerradas, que es peligroso para nosotras, para las niñas, que podemos quedar en medio de la nada y más que todos sufren los niños y por eso no nos hemos arriesgado a cruzar porque tenemos niñas y no queremos que pasen por eso».

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