Ciertamente, ya no hay excusas. Ya no hay excusas para seguir creyendo las mentiras que reproduce el totalitarismo para mantenerse en el poder.
En el quehacer político es frecuente la excusa para quedar bien parado ante el compromiso vulnerado. Sin embargo las realidades no siempre se topan con esos vacíos que representan una falsificación creada a instancia del desaliento, la postración o el cansancio.
La ignorancia no es excusa. Tampoco, el desconocimiento de la ley es razón para incumplirla o infringirla como refirió el filósofo inglés Thomas Hobbes: “La ignorancia de la ley, no es excusa para nadie”.
El ejercicio de la política suele permitir, muchas veces, contradicciones que revelan la perversidad que en su ámbito es costumbre emplear. Es ahí cuando la deshonestidad cunde cual infección. Por ahí podría rastrearse el origen del populismo y otros vicios.
Hay que acabar con las excusas
En política perder la apuesta obliga a echarle la culpa a otro y esto ocurre antes de que aflore la incapacidad del agente político. De manera que no es extraño ver cómo en el ejercicio de la política cualquier oportunidad es utilizada para evadir la verdad, la justicia, la solidaridad, la moralidad y la ética o para actuar con premeditación, alevosía, odio y resentimiento.
Estos problemas, agobian el desarrollo humano y aquellos procesos que se construyen a partir de la honestidad, la transparencia y la decencia. Quienes incitan tan abrumadoras situaciones, son quienes por dejarse hundir en el fango de las excusas, se retratan como politiqueros carentes de vergüenza.
Por eso vale organizar el ejercicio de la política en un ambiente donde pueda asegurarse el desarrollo humano tal como ha sido estimado para lo cual se requiere abolir la demagogia.
Antonio José Monagas
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