En la efervescencia de Zoom, la empresa tecnológica que ha ganado más con la pandemia, muchas personas están padeciendo fatiga, depresión y ansiedad por pasar horas en la pantalla teniendo reuniones. No importa que sean reuniones de trabajo, de escuela o entre amigos, las reuniones a través de Zoom (u otro software de videoconferencia) tienen un costo para la mente. Una hora de Zoom es mucho más cansada que una hora normal de reunión. ¿Por qué?
Por PijamaSurf
Una de las razones centrales de esto tiene que ver con que a través de esas plataformas hay una serie de señales no verbales que no llegan a cruzar el umbral, las cuales son esenciales para hacer que una persona se relaje. Cuando estamos ansiosos o en un estado de alerta tensa, requerimos mayor energía para poner atención. Queremos de alguna manera obtener lo mismo que ocurre durante una conversación o al escuchar una ponencia, pero esto simplemente no ocurre a través del video digital.
A esto se suma el hecho de que la calidad de la conexión a Internet puede variar y, por ello, hay momentos en el que audio o el video transmitido (o ambos) se interrumpen y provocan una mala comprensión de lo que las personas dicen, o a veces no podemos ver sus rostros, lo cual nos hace tratar de llenar los huecos. Esto obliga a que escuchar se vuelva una actividad menos receptiva y más proactiva, consumiendo así más energía.
Existen ya muchos estudios que muestran que el nivel de atención y la calidad de los mensajes es menor y a la vez la cantidad de energía que una persona utiliza es mayor.
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