Los migrantes llegan por cientos, a diario, y su arribo irregular a través del Río Grande, que divide a Estados Unidos de México, está abrumando a las autoridades en Del Río, Texas.
Por Arnaldo Rojas / vozdeamerica.com
Del Río es un poblado de 35.000 habitantes, y los que hasta allí llegan también están abrumados, pero por la situación que dejan atrás en su natal Venezuela. Sin apenas descansar, se entregan a las autoridades para pedir asilo.
Muchos narran sus historias casi siempre dramáticas por las cuales salieron de Venezuela. Hay desde médicos e ingenieros hasta amas de casa y ancianos en los grupos que llegan. La crisis política, económica y social que atraviesa Venezuela está en el centro de cada testimonio que escuchó un equipo de la Voz de América en un trabajo conjunto con con el proyecto Venezuela Migrante del medio Efecto Cocuyo.
“Una Cuba pequeña, esa es la condición de Venezuela”, dijo María Alejandra Mata, inmigrante venezolana. “Lo dejamos todo: nuestra casa, nuestras cosas”, dijo llorando mientras a su lado una adolescente y otra joven trataban de disimular el llanto.
Entre las razones posibles para que sea este y no otro pueblo la puerta de entrada a suelo estadounidense puede estar el hecho de que es más seguro que otros puntos fronterizos, expone Ricardo Moreno, Jefe de la estación de la Patrulla Fronteriza en Del Río.
“Las fuentes de inteligencia nos dicen que es más seguro (por) la ciudad de Acuña”, afirmó Moreno. “En lo que va del año fiscal, hemos detenido a cerca de 131.000 personas, en comparación del año pasado, solamente detuvimos 22.000”, dijo a la Voz de América Ricardo Moreno, Jefe estación Del Río, Patrulla Fronteriza en este sitio fronterizo.
El incremento de casi 500 por ciento tomó por sorpresa a las autoridades migratorias, que en promedio realizan 1.000 detenciones diarias.
Aquí falta personal y espacio para procesarlos a todos, reconoce el jefe de la estación de Del Río de la Patrulla Fronteriza. Sostiene que al menos necesitan 150 agentes adicionales para trabajar de manera óptima.
“Llegamos al límite cuando recibí la llamada de que iban a liberar a 300 inmigrantes en una noche, ese fue el punto de ruptura”, dijo Bruno Lozano, el alcalde de Del Río.
Asegura que la municipalidad no tiene los recursos para acoger a los recién llegados, a quienes liberan luego de ser procesados, para que continúen el trámite de su petición de asilo. Los que no son elegibles son expulsados a México o transferidos a un centro de detención de ICE.
La mayoría de los que quedan en libertad compiten por un espacio en los únicos dos autobuses que salen de aquí a diario.
La situación no ha dejado de brazos cruzados al gobernador de Texas, Greg Abbott, quien el 10 de junio pasado anunció en una Cumbre sobre Seguridad Fronteriza, desarrollada en Del Río, un nuevo plan de control migratorio que otorga poder a los agentes del Departamento de Seguridad Pública (DPS ) del estado para detener a personas que ingresen al país desde México de forma irregular, así como a aquellos sospechoso de contrabando y trata humana.
Abbott anunció además ese día la construcción de un nuevo muro en la frontera entre su estado y México para aumentar la seguridad en la región e intentar disminuir el número creciente de migrantes que cruzan la frontera de forma ilegal hacia Estados Unidos, según informó a mediados de este mes la agencia de prensa AP.
Mientras tanto, algunos en el pueblo atribuyen al flujo de migrantes un supuesto aumento en la inseguridad.
“Allí abajo están recogiendo a gente que quieren que las atrapen. Mientras los están recogiendo, probablemente acá estén los drogadictos queriendo cruzar”, explicó Cathy Joe Leiza, residente de Del Río.
El alguacil de la región, sin embargo, niega que las estadísticas de la corporación policial reflejen un aumento en la actividad criminal en la región.
Algunos incluso hablan de “compasión” y de tender la mano a los que escapan de Venezuela.
“Entiendo la perspectiva de las personas que su prioridad es los americanos y su prioridad es la gente que ya está acá. Entiendo que es importante tener seguridad en la comunidad (pero) estas personas están viniendo porque sus países están en unas situaciones tan malas que ellos no están escogiendo venir aquí porque quieren, están viniendo porque si no se van de allá, se van a morir allá, les van a hacer daño, no van a poder vivir allá”, dijo Santiago Pardo, voluntario que trabaja en un centro de ayuda al inmigrante.