El impactante reportaje de The Washington Post que desnuda los escándalos de abuso sexual dentro de la Iglesia católica venezolana

Redaccion El Tequeno

El niño de seis años caminó hacia su iglesia con noticias emocionantes para compartir. Había pensado un poco en el asunto, le dijo al sacerdote Luis Alberto Mosquera, y había decidido que quería ser un católico practicante.

Por Ana Vanessa Herrero | The Washington Post

Según el niño, el sacerdote le respondió: “Si quieres ser monaguillo, debes pasar una prueba”. Años más tarde, el testimonio del niño sobre aquella tarde en la casa parroquial resultaría crucial: un juzgado concluyó que Mosquera había abusado sexualmente de él.

Mosquera fue condenado en 2006 a más de siete años de prisión por abuso sexual contra un niño, pero no terminó su sentencia. Sus abogados temían por su seguridad en prisión y solicitaron la libertad condicional. Un juez estuvo de acuerdo; Mosquera fue liberado después de dos años y regresó a la iglesia en el estado de Lara, donde todavía es sacerdote. Una foto publicada en su página de Facebook en 2016, y republicada en 2017, lo muestra rodeado de niños.

El caso del clérigo de 63 años se encuentra entre los 10 que involucran denuncias de abuso sexual infantil examinados por The Washington Post en los últimos dos años. Este diario entrevistó a líderes católicos, policías, funcionarios judiciales y víctimas, y revisó documentos policiales y judiciales. En la mitad de los casos, que datan de 2001 a 2022, encontró sacerdotes condenados por cargos de abuso que fueron liberados antes de tiempo o que no cumplieron ningún tiempo en prisión. En al menos tres casos, a los sacerdotes se les permitió regresar al ministerio.

Los entrevistados señalan que hay un patrón que sugiere la colusión entre un sistema judicial corrupto y la Iglesia para proteger a los perpetradores en lugar de a las víctimas. El elemento común en los 10 casos: los niños involucrados procedían de entornos pobres y vulnerables.

Las acusaciones de abuso por parte de sacerdotes han sacudido a la Iglesia en América Latina en los últimos años. Las agresiones denunciadas en México, Argentina, Chile, Colombia y Perú han arrojado condenas y renuncias en los más altos niveles de la institución.

Pero Venezuela ha logrado escapar de la ola. Los analistas dicen que una de las razones es que solo se ha puesto el foco en la agitación política que existe en el país socialista en quiebra. Un sistema judicial roto es otra. La influencia de la Iglesia y su comparativa estabilidad es una tercera.

“Se han pospuesto tantas cosas debido a la agitación social y política”, dijo en entrevista David Smilde, sociólogo de la Universidad de Tulane cuya extensa investigación sobre el país se ha centrado en parte en la religión. “Una de las instituciones que más respetan los venezolanos es la Iglesia católica. Eso limita cuánto puedes actuar”.

Hugo Chávez, fundador del actual Estado socialista en Venezuela, criticó públicamente a la Iglesia. Pero su sucesor, el presidente Nicolás Maduro, ha sido mucho menos franco sobre las transgresiones de los sacerdotes, y la Iglesia se ha convertido en un intermediario entre el gobierno y la oposición.

“Nuestra relación con la Iglesia ha sido de mediación y soporte político”, dijo Julio Borges, un político opositor.

Para miembros del clero que han abusado de menores, el estatus de la Iglesia parece haberles brindado protección. Un sacerdote en Zulia, por ejemplo, no pasó tiempo en prisión a pesar de haber sido condenado por abuso sexual agravado en contra de una niña de 12 años. Un sacerdote del estado de Falcón se declaró culpable de cometer un acto carnal contra una joven de 14 años, pero se le concedió arresto domiciliario con la condición de que se mantuviera alejado de la víctima. Regresó a la Iglesia, donde hoy continúa con su ministerio.

Para las víctimas de estos casos, la vida sigue siendo una lucha. Por lo general, tienen poco apoyo cuando intentan seguir adelante.

Desafiando el silencio y la impunidad de la Iglesia

Mosquera trabaja en el pequeño pueblo de Humocaro Alto, a unos 480 kilómetros al oeste de Caracas. Ha sido asignado al menos a dos parroquias diferentes desde 1996, cuando un niño de 12 años lo acusó de intentar violarlo a punta de pistola, según los registros policiales. Mosquera finalmente fue absuelto de violación en grado de tentativa.

En enero, Mosquera confirmó a The Washington Post que sigue siendo un sacerdote en activo, pero se negó a responder más preguntas.

Su papel actual no sorprende al abogado que representó al niño de seis años y que ayudó a que Mosquera fuera condenado. “La Iglesia realmente protegía al sacerdote. Le dieron todo el apoyo”, dijo el abogado Jorge Mendoza. Agregó que lo presionaron para que retrocediera: “El arzobispo de Barquisimeto me dijo que me iban a excomulgar si seguía defendiendo al niño”.

El arzobispo murió el año pasado. El reverendo Oswaldo Araque, vicario general de Barquisimeto, dijo al Post que la arquidiócesis está “atenta” en recibir y actuar sobre las acusaciones contra los sacerdotes. Cuando se le preguntó sobre la culpabilidad de la Iglesia al devolver al ministerio a un pedófilo convicto, dijo que investigaría si se le proporcionaban detalles. “¡El Estado también es responsable!”, dijo. “Lo dejaron ir”.

Otros casos revisados ​​por The Washington Post también terminaron, si acaso, con un tiempo mínimo tras las rejas. En uno, un sacerdote en el estado de Mérida intercambió mensajes de texto con una niña de 13 años, la llevó a una habitación de hotel y la besó, según un tribunal. La niña testificó que él trató de levantarle la camisa. Sus abogados argumentaron que ella quería irse con él y no se consumó ningún acto sexual. Fue declarado no culpable de actos lascivos agravados en 2006.

Ante la poca confianza que tienen en que las fuerzas de seguridad o los tribunales venezolanos respondan rápida y efectivamente ante las denuncias de abuso, algunas víctimas han llamado la atención sobre el tema al ventilar las denuncias en redes sociales.

En 2018, una petición de ayuda en Twitter ayudó a exponer un caso en el estado Anzoátegui. “Sacerdote pedófilo”, decía el tuit, que después nombraba a la parroquia y suplicaba: “Ayúdenos Santidad”. El sacerdote Enrique Castro Azócar fue detenido al año siguiente y acusado de abuso sexual de dos menores.

La búsqueda de justicia fue agotadora para el padre de las víctimas. “Nuestras vidas cambiaron para siempre debido a esto”, dijo al Post Robing Damián Salazar, un carpintero. “He sido acosado y amenazado, luchando por mis hijos”.

Castro se declaró culpable de dos cargos de abuso sexual de un niño y fue sentenciado a cinco años. Pero en lugar de ir a prisión, se le otorgó un tipo de libertad condicional conocida en Venezuela como medida sustitutiva de libertad. Fue liberado con la condición de que se mantuviera alejado de las víctimas, fuera tratado por un psicólogo y compareciera ante un tribunal cada 30 días.

Los defensores de las víctimas sostienen que la sentencia violó un fallo de 2017 del Tribunal Supremo de Justicia, la instancia judicial más alta de Venezuela, que señala que las personas condenadas por tales delitos no son elegibles para alternativas al encarcelamiento. “Cosas como estas reflejan el estado de indefensión e impunidad que prevalece en el país”, dijo el abogado Carlos Trapani, titular de la organización de derechos de la niñez Cecodap.

Lea la nota completa en The Washington Post

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