El destierro de 222 presos nicaragüenses, la flor y nata de la dirigencia opositora y de la sociedad civil, ha desviado todos los reflectores hacia Cuba y Venezuela, cuyas dictaduras mantienen en sus mazmorras a 1.077 y 270 prisioneros políticos, respectivamente. Más de 1.300 en total. La decisión «unilateral» de Daniel Ortega en Nicaragua se ha producido en paralelo al aumento de la presión internacional en materia de derechos humanos contra Miguel Díaz-Canel en Cuba y Nicolás Maduro en Venezuela.
«El Papa desea mucho que haya una respuesta positiva», subrayó la semana pasada el cardenal Beniamino Stella, enviado especial de Francisco a la celebración del 25º aniversario del viaje de Juan Pablo II, el Pontífice que acuñó una frase para la Historia («Que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba») que se ha quedado a medio camino. Después de recorrer la isla y hablar con madres y familiares de los presos, el cardenal fue aún más contundente a la hora de reclamar la liberación de quienes salieron a protestar el día de la rebelión popular contra el castrismo, el 11 de julio de 2021 (11-J).
Stella fue explícito: daba igual la fórmula, ya sea amnistía, clemencia u otra fórmula. Lo más importante es la excarcelación. «El Vaticano ha escalado en su presión y ahora están en un juego de fuerza, en el que sabe que el régimen entiende que esos presos son tremendamente negativos para ellos. La Iglesia se siente fuerte para lanzar el mensaje y no temer las represalias. Es un mensaje ganador, el propio régimen sabe que ésa es la salida. El régimen y la Iglesia lo saben», certificó para EL MUNDO Javier Larrondo, presidente de la organización Prisoners Defenders (PD).
En el caso cubano hay antecedentes, aunque no tan contundentes como el operativo montado por el sandinismo en apenas 48 horas. Entre 2010 y 2011, el Gobierno de La Habana liberó a casi todos los presos de la Primavera Negra, tras una ardua negociación con El Vaticano, el obispo católico Jaime Ortega, y el Gobierno español, que acogió a medio centenar de presos en condiciones peores a las ahora puestas en marcha por Estados Unidos. A muchos no les fue bien en su nueva vida y a la postre acabaron en Miami.
«El destierro de los activistas cubanos produjo, en muchos casos, su desaparición del juego político. La atención internacional sobre los desterrados fue efímera y muchos no continuaron dedicándose a la política, sino que tuvieron que insertarse en las dinámicas de la supervivencia en los países de destino», rememoró el historiador cubano Armando Chaguaceda.
Quienes se negaron al destierro, como ahora sucede con el obispo rebelde de Matagalpa, obtuvieron una pequeña victoria, ya que fueron liberados meses más tarde. Hoy tanto José Daniel Ferrer como Félix Navarro, dirigentes de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), están de nuevo en prisión. Siguen siendo moneda de cambio, las temidas «puertas giratorias» que tantas veces ha denunciado el Foro Penal venezolano (FP).
La misma propuesta de destierro se ha intentado no solo con Ferrer, también con los otros dos líderes de la disidencia cubana: el artista Luis Manuel Otero Alcántara, a la cabeza del Movimiento San Isidro, y el rapero Maykel Osorbo, uno de los creadores del himno Patria y Vida.
«Sin duda, aunque ahora se trata de un número mayor de presos políticos, esa podría ser la vía que emplee nuevamente el Gobierno cubano, aunque nosotros lo que exigimos es la libertad inmediata y que ellos decidan dónde vivir», añadió para EL MUNDO Yaxys Cires, del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH). Esta organización ha propuesto en el Parlamento Europeo al obispo Rolando Álvarez como candidato al Premio Sájarov de Derechos Humanos.
Mientras, en Venezuela sólo los más optimistas continúan a la espera de que Nicolás Maduro libere a una nueva tanda de presos políticos tras el viaje de Volker Türk, Alto Comisionado de Naciones Unidas, tal y como se hizo en 2019 con su predecesora, Michelle Bachelet. El último liberado es el general chavista Miguel Rodríguez-Torres, precisamente bajo la fórmula del destierro, la misma que se aplicó previamente con los líderes juveniles Lorent Saleh, Vilca Fernández y Yon Goicochea.
«Es un escenario posible, estas presiones son posibles desde el punto de vista internacional y en el marco de las conversaciones que se están dando. El tema es que en Venezuela no es posible porque para aplicar el destierro deben modificar la Constitución, aunque esto no quiera decir que no se haya hecho antes. Una de las críticas a estas conversiones es que se hacen en la absoluta oscuridad, uno nunca sabe cuáles son los parámetros, es muy difícil saber qué está pasando. Pero hasta ahora no se ve que haya una voluntad de excarcelar a nadie, mucho menos que sea una excarcelación masiva como en Nicaragua», precisó Gonzalo Himiob, vicepresidente del FP, a este periódico.
La expectación con la que se vivió el fin de año entre los presos políticos, aplacada con el paso de las semanas, se ha recuperado tras el movimiento de Ortega. «El chavismo no se deja presionar tan fácil», se lamentó uno de los prisioneros políticos de Maduro a EL MUNDO.
El ‘atlas’ de las mazmorras de América
CHAVISMO
Maduro mantiene a 270 presos políticos en sus cárceles. Del éxodo forzado podrían dar testimonio muchos opositores, entre ellos Leopoldo López, que hoy reside en Madrid tras una huida ‘de película’ del país.
CASTRISMO
En la isla conocen bien lo que significa el término detención arbitraria. Sus cárceles dan cobijo a 1.077 prisioneros políticos. También saben lo que es escapar. La ‘Primavera Negra’ fue ejemplo de todo ello.
SANDINISMO
Ortega mantiene encarcelados a 28 opositores. Muchos de los que participaron en las protestas de 2018 fueron excarcelados con la reciente deportación masiva a Estados Unidos.
