El que se queda…

Redaccion El Tequeno

Mucho se habla de los migrantes venezolanos. El éxodo de millones de connacionales se ha vuelto tema de conversación, de discusión; para bien o para mal, en cualquier parte del mundo. El tema se hizo de dominio público internacional y ocupa los titulares de noticieros, periódicos y medios digitales de distintos rincones del planeta.


Se narran sus travesías, su tristeza, el esfuerzo y sacrificio que implica abandonar el suelo donde nacieron. Un drama sin duda y sin precedentes en los anales de la historia venezolana.


Pero poco se habla de la otra cara de la moneda: los millones de venezolanos que se quedan en el país, por una u otra razón.


Al igual que aquellos que parten de manera obligada, se ven forzados a padecer una tristeza, distinta sí, pero tristeza al fin como la de aquel compatriota, amigo o familiar que se marcha, haciendo un esfuerzo monumental y un sacrificio diario que implica una entereza física y mental que muchos no pueden imaginar.


Toca convivir con el agobio de despertar en un país que, aunque es el mismo en el que hemos vivido toda la vida, ya no luce igual, ya no es el mismo. Las cosas saben distintas, huelen diferente y se ven extrañas. Se sabe propio, pero se siente ajeno, no es el que se recuerda.


Falta cosas, faltan afectos, faltan imágenes y solo quedan recuerdos cada vez más difusos en la mente de cada persona, atesorados de manera desesperada. Se sufre y al igual que quién emigra, se lleva la cruz por dentro como la canción Payaso, de Javier Solís: Ante la gente oculto mi derrota, payaso con careta de alegría, pero tengo, por dentro, el alma rota.


Todos perdimos algos, todos perdimos parte de nuestra vida por esta maldita revolución que parece aferrada con las garras de su odio e indiferencia a nosotros y al país, desde el amanecer hasta la hora de dormir.
Pero despertamos y toca seguir, mientras respiremos el show debe continuar. La esperanza no se pierde.

Fernando Pinilla
IG/Tw: @fmpinilla

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