La primera vez que Erik Noya tuvo contacto con la escalada tenía seis años. En ese entonces recuerda que acompañó a su hermano a un cumpleaños en las Cuevas del Indio, un parque natural ubicado en el estado venezolano de Miranda.
“Yo era pequeñito, pero nunca tuve miedo a la hora de escalar, me pareció bien sencillo. Veía que otros niños tenían miedo, no llegan hasta arriba y eso me hizo ver que tenía habilidades”, recuerda el joven venezolano en entrevista para la Voz de América.
Dos años más tarde, y tras insistir mucho a su madre, comenzó a practicar la escalada en un muro cerca de su casa en San Antonio de los Altos. En ese instante, Noya inició formalmente un camino en el que ha tenido que sortear muchos obstáculos hasta lograr convertirse en un referente de este deporte, aunque lejos de casa. Este venezolano triunfa con la escalada en España: su nuevo hogar.
Con 28 años de edad, Erik Noya siente que está viviendo “una vida perfecta”. No lo dice por arrogancia, asegura, sino porque luego de mucho trabajo y esfuerzo está viviendo de la escalada, el deporte que le apasiona y por el que ha hecho grandes sacrificios.
Noya es nieto de inmigrantes gallegos. Actualmente es profesional de la escalada de velocidad. En 2018, ganó la Copa de España, la primera competición oficial que se hizo en la modalidad de velocidad, al año siguiente volvió a obtener el título. El venezolano es subcampeón del mundo y tercero del ranking mundial.
Pero llegar hasta ahí tuvo un proceso, según él mismo reconoce. En 2017, en medio de protestas antigubernamentales y la represión en Venezuela, Noya pausó sus entrenamientos y casi de inmediato decidió emigrar a España.
Su etapa como migrante recién llegado la recuerda como “la más dura y difícil” de su vida, aunque también dice que le brindó grandes aprendizajes. Noya tuvo el respaldo de su madrina, pero también se apoyó con un subsidio estatal, trabajó como repartidor, entrenador físico y en el poco tiempo libre que dejaban sus labores retomó sus entrenamientos.
“La escalada era como un segundo primer plano (ríe). No podía escalar todo lo que yo quería, tenía que priorizar otras cosas. Sin embargo, cualquier tiempo libre que tenía lo usaba para escalar, entrenar. Yo salía a correr a las 11:00 pm, algo que en Venezuela no podía hacer. Me apoyé en todas las oportunidades y cosas nuevas que tenía acá, así fuese a medianoche yo entrenaba. Hacia todo lo necesario para mantenerme en forma”, explica.
Andrea Cartas, seleccionadora y entrenadora del equipo de Escalada en Madrid, fue quien vinculó al joven venezolano con el organismo. “Fue la primera vez que pude trabajar en la escalada y vivir de ello”, afirma Noya.
Sin embargo, lo que percibía económicamente por dar charlas, dictar cursos y entrenamientos no era suficiente para cubrir todos sus gastos. El joven recuerda que en muchas ocasiones le era difícil llegar a fin de mes, así que no lograba cubrir todas las comidas, tampoco se daba ningún “lujo”.
“Me entregué en cuerpo y alma a la escalada sabiendo que eso iba a significar tener un ingreso económico bajo, así que tenía que ser fuerte mentalmente para aguantar lo que eso significaba. Después de que en casa de mis padres no me faltaba nunca nada, pues ahora me faltaba todo. Pero eso me enseñó mucho”, manifiesta.
Erik fue constante y persistió. Era consciente de que su disciplina era nueva en España con lo cual tenía la oportunidad de hacerse un camino. “Si me seguía manteniendo yo sabía que tarde o temprano podía haber personas interesadas en lo que practicaba”. Y así fue.
El seleccionador David Macía Paredes supo de Noya gracias a Andrea Cartas, quien lo recomendó para enseñar escalada de velocidad al medallista olímpico Alberto Ginés.
“Alberto tenía que entrenar velocidad en ese momento, entonces empezó a trabajar conmigo. David me invitó a que continuara entrenando a pesar de no tener ningún recurso porque la Federación no apostaba por ese deporte. Empezamos a ser equipo, a trabajar durísimo, ayudé a la selección española con los conocimientos que aprendí en Venezuela y por mi cuenta también”, comenta.
Noya tuvo que combinar su entrenamiento con largas jornadas de trabajo. De hecho, así fue como logró ser subcampeón del mundo. Y aunque estuvo a punto de desistir, gracias precisamente a esa competición todo cambió y le abrieron las puertas del Centro de Alto de Rendimiento de Sant Cugat y de una beca. Ahora vive su sueño: está 100 % enfocado en la escalada y recibe todo el apoyo necesario para seguir subiendo de nivel.
“Valió la pena cada segundo, cada minuto, cada día. El esfuerzo dio sus frutos y estoy contento y agradecido con las decisiones que tomé”, dice el venezolano.
Gracias a su experiencia en el centro de alto rendimiento, el joven atleta ha notado que la diferencia de lo que vive hoy con el apoyo recibido en Venezuela, es abismal. En España cuenta con el respaldo del Estado, recibe alimentación balanceada, sesiones de fisioterapia, consultas con psicólogos deportivos y más. Además, el venezolano destaca que en España la escalada va en ascenso.
“A cualquier sitio que tú vayas de España hay un muro de escalada: bonito, feo pequeño, pero lo hay ¿y eso qué hace? Que tengas una base sólida, una cultura de escalada, que mucha gente escale”, explica.
Próxima parada: París 2024
Erik Noya es consciente de cuán difícil es el proceso para clasificar a unos Juegos Olímpicos. Especialmente en su disciplina donde solo seleccionan a 14 atletas en todo el mundo. Sin embargo, los desafíos no son ajenos para el venezolano, quien además de persistente es ambicioso en cuanto a sus próximas metas: ahora quiere clasificar a París 2024.
“Es un objetivo muy ambicioso. Sin embargo, yo pienso que sí, que hay oportunidades, me siento confiado en que puedo hacerlo, tengo unas marcas muy buenas a nivel de Europa y es un sueño que tengo desde que era pequeño, así que es algo que voy a luchar a muerte”, dice el venezolano, quien recorre el camino al sueño olímpico con la misma constancia y dedicación con la que emigró de Venezuela para triunfar en España.
Fabiana Rondón – Voz de América