Jugar a la guerra, algo más que un entretenimiento para los niños ucranianos

Redaccion El Tequeno

Llevan cascos de segunda mano, y sus armas no matan. Y sin embargo, la guerra a la que juegan tiene mucho de real para los niños ucranianos.

Con su estela de destrucción y sufrimiento, la invasión rusa ha impactado en los juegos infantiles y en la forma en que los niños interactúan.

«Me gusta mucho jugar a la guerra. Quiero crecer y convertirme en un héroe de guerra de verdad», dice Maksim Mudrak, un niño de 10 años, con uniforme de tamaño infantil, un casco que le queda grande y un arma de plástico.

El padre de Maksim, que no era militar, murió cerca de Kiev al inicio de la invasión rusa, un día que salió a entregar suministros a unos voluntarios, según explica la familia.

Cuenta la abuela del chico que Maksim se fue interesando cada vez más por la guerra desde que arrancó la invasión y desde la muerte de su padre Oleksii Mudrak el 4 de marzo de 2022, a los 40 años.

«Quedó muy afectado por la muerte de su padre. Maksim piensa en él todo el tiempo. Va al cementerio y se echa a llorar», dice su abuela Valentina, de 72 años.

Para Maksim, convertirse en soldado es una forma de preservar la memoria de su padre, y tiene una idea muy clara de quiénes fueron los culpables.

«Veo a los rusos como mis peores enemigos», dice Maksim, que vive con su abuela cerca de Kiev, en Stoyanka, y mantiene contacto con su madre.

Los rusos «son malos»

La guerra ha significado para muchos niños ucranianos perder a seres queridos, verse apartados de sus escuelas o sus casas y expuestos a todo tipo de horrores.

Igualmente, más de 500 niños murieron desde el inicio de la invasión, según datos de la ONU.

Maksim Mudrak (a la izquierda), de 10 años, y Valentin (derecha), de 6, juegan a la guerra en el pueblo de Stoyanka, en la región de Kiev, el 11 de mayo de 2023
Maksim Mudrak (a la izquierda), de 10 años, y Valentin (derecha), de 6, juegan a la guerra en el pueblo de Stoyanka, en la región de Kiev, el 11 de mayo de 2023 © Sergei SUPINSKY / AFP

La psicóloga Katerina Goltsberg explica que los niños han jugado siempre a la guerra en situaciones de conflicto, y que este recurso es una forma de procesar sus experiencias.

Y aunque todos los niños ucranianos se han visto afectados por la guerra en mayor o menor medida, está por ver en qué medida estas vivencias derivarán en trauma de por vida.

Lesia Shevchenko dice que su hija Dana, de 8 años, solía preguntar sólo una cosa cuando conocía a otros niños: «¿Cómo te llamas? ¡Vamos a jugar!».

Pero en un viaje familiar a la costa búlgara, una vez iniciada la invasión de Ucrania, Shevchenko observó que su hija empezaba con otra pregunta: el país de origen.

En el caso de los niños rusos, Dana se dio la vuelta y se alejó en silencio.

«No me apetece hablar con ellos, eso es todo. Probablemente porque pienso que todos los rusos son de cierta manera, y porque para mí son malos», explica Dana.

Su madre, una dentista de 49 años, dice que ella no le enseñó este comportamiento, y que por el contrario le ha hecho ver que no se puede odiar indiscriminadamente.

Pero Dana ha quedado traumatizada por la guerra, y los bombardeos la han vuelto muy temerosa de los ruidos fuertes.

Dana, una niña ucraniana de 8 años, hija de Lesia Shevchenko, dentista de 49 años, habla con reporteros de AFP en un parque de la periferia de Kiev, el 9 de mayo de 2023.
Dana, una niña ucraniana de 8 años, hija de Lesia Shevchenko, dentista de 49 años, habla con reporteros de AFP en un parque de la periferia de Kiev, el 9 de mayo de 2023. © SERGEI CHUZAVKOV / AFP

«Quiero venganza»

En otro tono, Irina Kovalenko le ha enseñado en cambio a sus hijos que los rusos son colectivamente responsables de la guerra, y que quienes son «buenos» tienen que demostrarlo.

Su hija Sofía, de 6 años, lo resume así: «Mi madre me dijo que están lanzando bombas a Ucrania desde Rusia».

«Mamá me ha dicho también que (el presidente ruso Vladimir) Putin es muy malo. Que le pegaba a los gatos y los perros cuando era niño, y que luego, cuando creció, empezó a hacerlo con la gente», añadió.

Kovalenko, una enfermera de 33 años, se dirige a sus hijos en términos similares. «Tienen que saber junto a quién viven. Ucrania siempre tendrá una frontera, y Rusia siempre será nuestro vecino».

Uno de los chicos que juegan a la guerra con Maksim, el niño que perdió a su padre al inicio de la invasión, va más allá.

«Quiero realmente vengarme por los soldados que murieron en el frente»,dice Andrii Shirokih, de 13 años, con una armadura casera y un uniforme militar.

Sueña con ser soldado, y afirma que no tiene ningún interés en ir a la escuela, salvo si es para aprender táctica militar. «Quiero hacerle a los rusos lo mismo que nos han hecho», apostilla.

AFP

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