Los «juegos de guerra» son letales en un país empobrecido. El fallecido expresidente Hugo Chávez fue el primero en abrir las puertas al ‘enamorarse’ de los jefes de Rusia, China e Irán. Pero la atracción fatal la continuó su sucesor, Nicolás Maduro, entregando territorio para la expansión guerrerista del ‘eje del mal’ en Venezuela. Todos los acuerdos de cooperación suscritos con estos países están marcados por el secretismo y la opacidad, lo que los ha impulsado a compartir el club de los países sancionados por la Justicia de los EE.UU. por sus actividades ilícitas y sospechosas.
Por LUDMILA VINOGRADOFF – ABC DE ESPAÑA
De manera sigilosa, rusos y chinos han instalado siete bases de radares y estaciones cibernéticas –no tan inocentes–, situadas en la frontera con Colombia y en toda la costa caribeña venezolana, para controlar las rutas del narcotráfico, contrabando de oro y riquezas, así como el espionaje. Por si fuera poco, Maduro fue más allá con los ayatolás y la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán al firmarles el acuerdo de cooperación de 20 años y entregarles un millón de hectáreas para supuestamente «sembrar frijoles», mientras los productores nacionales no reciben ningún tipo de ayuda oficial para cultivar su tierra.
Un secreto bien guardado
La entrega de tierra a los militares islámicos es otro secreto bien guardado en las fatales relaciones con Irán. El régimen chavista no ha informado dónde van a estar ubicadas las tierras ni lo que van a hacer con ellas, aunque las leyes venezolanas lo prohíben y Maduro corre el riesgo de ser denunciado en organismos internacionales por traición a la patria.
Maduro también entregó a los iraníes un contrato por valor de 270 millones de dólares para el refinamiento del crudo, que también fracasó. Cerca de la sede de los juegos de guerra están situadas las refinerías de El Palito y más al norte, la de Amuay, las cuales han sufrido graves accidentes, dejando a la principal potencia petrolera de la región sin combustible. Además, los iraníes despidieron a 800 trabajadores de las plantas de refinamiento y trajeron técnicos de Teherán, lo que impactó en el malestar de los venezolanos. También instalaron una fábrica de drones.
El régimen chavista no informa sobre los gastos de los juegos de guerra ni tampoco sobre la factura armamentista que sostiene con sus socios rusos, chinos e iraníes. Y eso que, solo con Moscú, la deuda de armamento asciende a más de 11.400 millones de dólares, según organismos internacionales.