“Mi vida corría peligro”: Venezolano Raúl Biocchi narró por primera vez su travesía a la cumbre del Everest

Redaccion El Tequeno

Conquistar la montaña más alta del mundo no es para novatos. Lúgubres y estrechos parajes, laderas empinadas, vertiginosas alturas, feroces avalanchas tan solo son una pequeña parte de los retos que implica una expedición de esta escala. Raúl Andrés Biocchi hizo historia en mayo de 2022 al convertirse en el primer venezolano, después de 20 años, en llegar a la cúspide del Everest.

Le costó meses de preparación y 27 horas de extenso recorrido sin dormir. En más de una oportunidad lo tambaleó el temor de fracasar durante este desafiante recorrido, pero con una determinación invencible logró la increíble hazaña. El escalador detalló cómo fue su planificación para ascender más de 8.000 metros, reveló una escalofriante experiencia que lo marcó y cómo burló el peligro para regresar con vida del mítico Monte.

Raúl Andrés Biocchi es ingeniero civil graduado de la Universidad Católica Andrés Bello. En 2013 se aventuró a Carolina del Norte para hacer un postgrado, comenzó a trabajar y decidió quedarse. Entre el afán de las actividades laborales, buscó un hobbie para distraerse y se adentró en el hiking en los National Parks de Estados Unidos. Su motivación en el senderismo se fortaleció con el tiempo y descubrió uno de sus mayores anhelos: Alcanzar la cima del Monte Everest.

“Después de hacer los hikings más fáciles, abordé más montañas con un poquito más de dificultad y así sucesivamente. La meta del Everest siempre la tenía en cuenta, pero la veía muy lejana. Entonces, cuando fui haciendo montaña, más alta, más alta, dije: ‘Bueno, creo que sí se puede’ y ahí fue que me decidí”, destacó.

Coronar la cima del mundo

Para Raúl Andrés la posibilidad de llegar a la cima del Everest se hizo cada vez más presente luego de superar otros vertiginosos muros superiores a los 5.000 metros, como el Kilimanjaro, la montaña más alta de todo el continente africano. “Cuando fui a Nepal hice otra, una que se llama Lobuche que está muy cerca del Everest, que es de 6.000 metros y ahí fue cuando decidí totalmente que el Everest podía ser posible, cuando a los 6.000 metros me sentí bien, no tenía problemas de altura, ni mal de páramo”, aseguró.

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Desde entonces, el venezolano buscó asesoría con escaladores que habían alcanzado la cima o que tenían pensado hacerlo. En el camino se topó con detractores que le aconsejaron desistir por falta de preparación, pero la intuición de Raúl Andrés pudo más y se envalentonó a seguir con su sueño.

Curiosamente, nadie en el país sabía el intento que iba a hacer Raúl Andrés, solo su mamá y hermano. Fue hace más de 20 años que Proyecto Cumbre alcanzó la cima del Everest, pero ni siquiera ellos tenían conocimiento de su reto. “No tuve ningún contacto con ellos lamentablemente, porque me hubiera gustado. Los admiro desde que hicieron la hazaña en 2001. Me hubiera gustado tener la opinión de ellos y que también lo supieran”.

Todo el equipo y la logística lo consiguió en Nepal a través de una agencia con la que mantuvo contacto y tras seis meses de intensa dedicación y preparación, por fin emprendió la ruta hacia el muro de 8.848 metros de altura, también conocido como la “Madre del universo”.

Pero Raúl Andrés no estuvo solo. En su travesía lo acompañaban personas de distintas nacionalidades con un grupo compuesto por Vanessa Estol de Uruguay, Alfa Karina de El Salvador y Ossy de Ecuador. No obstante, al pisar el campamento base se encontró con otros rostros de distintas latitudes, diferentes objetivos, pero un destino en común: Alcanzar la cima.

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“En el campamento base conocí a otra gente, conocí a un americano que iba a intentar hacer los ’14 ochomiles’, allá también vi gente de Ucrania, de Omán, de Honduras (…) Conocí por ejemplo a hijos de un sultán y a la princesa de Catar, muchas personalidades. Entonces, con ellos fue con los que tuve más interacción en el campo base, en la preparación, era un grupo bien nutrido”, comentó.

Cara a cara con el gigante del Himalaya

Cuando este aventurero venezolano arribó al campamento base sabía todas las dificultades que debía afrontar. A más de 5.000 metros de altura el ambiente se volvió despiadado. Por las noches, Raúl Andrés escuchaba constantemente el rugir de la montaña con fuertes avalanchas descendiendo vertiginosamente a los costados de la montaña. Le costó acostumbrarse a esa sensación de hostilidad.

Las dudas no pasaron desapercibidas y el momento más cuesta arriba fue lidiar con la mente. “Estábamos haciendo el entrenamiento en el campamento 2 (…) entonces subimos hasta los 6.500 que era el campamento 2 para aclimatarnos y del campamento 2 íbamos a hacer una travesía hasta el campamento 3 y volver a bajar. Eso iba a llevar una semana y te puedo decir que, en ese momento, a los 6.500, me venían muchas dudas porque no tenía mi celular, no tenía contacto con nadie, estaba totalmente aislado del mundo y al cuarto o quinto día te preguntas: ‘¿Todo esto vale la pena?, ¿lo lograré?, ¿no lo lograré?’. Estaba justamente en la mitad de la expedición, y piensas ‘¡Wow! Todavía me falta la otra mitad, la mitad más difícil’, recordó.

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Una vez superada esa etapa, bajó a un pueblo de Nepal a los 4.500 metros para oxigenar y descansar la mente a la espera de tener un buen clima y recibir el llamado para poder escalar la cima del Himalaya.

Coronar el pico más elevado de Asia es el objetivo de los escaladores más aguerridos, pero al mismo tiempo, representa un gran peligro. La posibilidad de perecer persiste en cada paso y cualquiera podría colapsar en el momento menos esperado. Decenas de personas no han sobrevivido para contarlo. El joven venezolano lo tenía muy presente y aunque en instantes el temor quiso invadirlo, su foco era completar la expedición.

Siempre corres riesgos. Luego que uno va de los 6.500 metros, después del campamento 2 hasta la cumbre, que todavía tienes que atravesar campamento 3, campamento 4 y la cumbre piensas muchas cosas. No tienes helicópteros que puedan llegar hacía ti, estás a tu merced. Entonces, sí sentí que mi vida corría peligro, sobre todo luego de pasar los 8.000 metros, que es lo que llaman la zona de la muerte, admites que cualquier cosa delicada, te doblas el pie, te da un dolor de cabeza, estás frito”, rememoró.

Sin tregua hacia la cumbre del Everest

En este punto más extremo de la Tierra, Raúl Andrés tenía prohibido rendirse. Los tramos finales para completar la misión se hicieron crueles. A medida que se acercaba al “Techo del mundo”, numerosos obstáculos se atravesaron en el camino. “Es muy difícil esa parte. Mentalmente estás súper concentrado, físicamente estás dando todo, sabes que la cumbre está cerca, pero al mismo tiempo falta mucho, es relativo. Imaginaba: ‘Bueno, daré todo de mí y si en un momento me tengo que regresar, lo hago. Mi vida es más importante, mis dedos son más importantes que llegar a la cumbre’. Siempre tenía en mi mente que, si tenía que regresar, me regresaba”, expuso.

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Sin tregua en su ruta, contó cómo la ansiedad lo abrazó y el miedo hacía lo suyo. Sin embargo, persistió aferrado a su experiencia como impulso para superar las barreras. “Llegando a la cumbre hay una parte técnica donde tienes que escalar, hay mucha roca. No hay tanta nieve en algunas partes y empiezas a resbalar un poquito. Te da esa angustia de que llegas, pero no llegas. Repites: ‘Ya quiero llegar (…) paciencia que ya vas a llegar’ era lo que vociferaba en mi mente”.

Durante la ascensión hacia el imponente Monte Everest, Biocchi experimentó una serie de episodios que lo marcaron para la eternidad. Confesó que lo más impactante ocurrió al dar sus primeros pasos en la cumbre tras toparse con un cadáver perfectamente conservado por las bajas temperaturas. “Te impresiona, es algo que tú dices ‘¡Está vestido como tú!’ Eso te pone muy nervioso”.

El orgullo tallado en el pecho 

Tocar el techo del mundo, y ser el primer venezolano en hacerlo en 20 años, representó para Raúl Andrés una sensación increíble que no pudo percibir al instante. “Asimilé lo que había logrado llegando. Y estando en la cumbre lo único que pensaba era ‘ahora quiero regresar a salvo’. Era lo que se me ocurría, porque es eso, estando en la cumbre apenas te encuentras a la mitad de la travesía, todavía te falta bajar, que es lo más importante y es donde hay más accidentes. En la cumbre lo único que decía era ‘bueno, ya se logró, ahora quiero bajar a salvo y estaba concentrado en hacerlo exitosamente”, comentó.

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Pero antes de que el joven descendiera de la montaña, la noticia sobre un criollo que había alcanzado la cima del Everest se esparció como la pólvora. Para ese entonces, permanecía aislado y sin comunicación para avisar a su familia. “Una amiga venezolana que había intentado hacer el Everest hace unos 4 o 5 años, se enteró de que lo había logrado por la página de Nepal. Nepal tiene una página en Instagram que cuando alguien hace la cumbre, ellos ponen ‘tal persona lo logró’ y con la banderita del país de origen. Por consiguiente, estaba mi nombre con la banderita de Venezuela y ella seguía esa página. Así se enteró y se difundió la noticia”, contó entre risas.

Fue muy cómico porque cuando apenas estaba llegando al campamento base le escribí a mi mamá, después de 1 semana que no sabía de mí, ‘mamá estoy a salvo, estoy bien, ya estoy aquí en el campamento, todo perfecto’ y me empezó a enviar artículos de ‘El venezolano que hizo la cumbre después de 20 años’. Yo decía: ‘Pero, ¿qué es esto?, ¿qué pasó?’ y bueno, ahí fue que me enteré. Era cómico porque todavía no sabía cómo la gente se había enterado”, manifestó.

La travesía no culminó con la escalada, pues debía descender sin demoras. Fueron seis semanas de trayecto, 27 horas sin descanso y días bajo una estricta alimentación. “Ni sé cómo lo hice, estar despierto y tan atento de todo lo que te viene. Llegué a Katmandú, la capital de Nepal, en el hotel y comía como nunca, recuperé energía, comía 4 hamburguesas, pizza, las chatarras que me vinieran. Estuve como una semana que no quise hacer ejercicios”, agregó.

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El Everest fue solo el comienzo 

Con gran satisfacción por la hazaña en Nepal, ahora busca completar su lista de deseos y va por más. “El próximo que tengo planeado será en diciembre. Voy a Argentina a hacer Aconcagua que es la más alta de toda América. Después de allí me gustaría hacer Denali aquí en Norteamérica, en Alaska, porque quiero hacer las 7 cumbres. No sé si sería el primer venezolano que lo hiciera o el segundo, estaría por allí. Asimismo, tengo en mente hacer otro de 8.000 metros, un poco más técnica”. Raúl Andrés Biocchi es un joven entusiasta capaz de vencer cualquier barrera. Sin dejar a un lado que sus raíces siempre lo llevarán a casa. En los próximos meses espera regresar a Venezuela y a pesar de que no está confirmada su participación ansía poder llegar para el “Festival de Ascenso“, un evento sobre montañismo y aventura que se desarrollará en Caracas donde compartirá su experiencia en el Everest y muchas cosas más. Nosotros nos mantendremos atentos a sus próximos pasos… o escaladas.

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