Muere el príncipe Felipe de Edimburgo, a los 99 años, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra

Redaccion El Tequeno

El Palacio de Buckingham confirmó la muerte del príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II y duque de Edimburgo. A través de breve comunicado, la familia real británica resaltó que «su alteza» falleció en paz  en la mañana de este viernes en el Castillo Windsor.

Felipe, de 99 años, llevaba más de tres décadas casado con Isabel. Recientemente había sido hospitalizado y operado con éxito del corazón.

Nació el 10 de junio de 1921. En 1947, contrajo matrimonio con la heredera al trono británico, la princesa Isabel. El reinado de Isabel II comenzó el 6 de febrero de 1952, tras el fallecimiento de su padre, Jorge VI.

En el 2017, se retiró de sus actividades reales. El duque de Edimburgo fue patrocinador de muchas organizaciones, entre ellas el Fondo Mundial para la Naturaleza.

A CONTINUACIÓN COMUNICADO ÍNTEGRO

Es con profundo pesar que Su Majestad la Reina anuncia la muerte de su amado esposo, Su Alteza Real el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo.

Su Alteza Real falleció pacíficamente esta mañana en el Castillo de Windsor.

Se harán más anuncios a su debido tiempo.

La Familia Real se une a personas de todo el mundo para lamentar su pérdida.

Viernes, 9 de abril de 2021

Una vida de renuncias
Nacido en la isla griega de Corfú, como príncipe de Grecia y Dinamarca, la vida de Felipe estuvo marcada por una serie de renuncias, como la que ocurrió al contraer nupcias con Isabel, la entonces princesa heredera al trono de Reino Unido, en 1947.

En ese momento, Felipe renunció a su religión -ortodoxa griega-, a su lealtad a Grecia y a los títulos que tenía desde su nacimiento.

En una especie de compensación, su suegro, el rey Jorge VI, le concedió los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón de Greenwich, además del tratamiento de Alteza Real, al que se sumó en 1957 el que le otorgó su esposa, la reina Isabel II: príncipe del Reino Unido.

Otra renuncia que pesó en el ánimo de Felipe, fue su renuncia a la carrera que llevaba en la Marina, y que ocurrió al poco de que su esposa fuera coronada reina. La principal molestia, según expertos de la realeza británica, fue que no le ofrecieron más alternativa que la de ejercer de consorte.

Sin embargo, la renuncia más significativa ocurrió con el nacimiento de sus hijos, los príncipes Carlos, Ana, Andrés y Eduardo, ya que lamentó públicamente no haberles podido dar su apellido.

Esto porque luego de la coronación de Isabel II, la pareja que era conocida como «los Edimburgo» pasó a usar el apellido Windsor, que es el que ha usado la familia real desde 1917.

Según biógrafos de la realeza, el incidente provocó una de las clásicas reacciones coléricas del príncipe, quien lamentaba no ser más que «una condenada ameba».

Y poco hizo para calmar ese sentimiento de baja autoestima el que Isabel II haya determinado en 1960 que los miembros más jóvenes de la familia real, sobre todo quienes no llevaran el tratamiento de Alteza Real o el título de príncipe, se llamarían Mountbatten-Windsor.

De Grecia al Reino Unido
Cuando tenía siete años, Felipe y su familia cambiaron su residencia en Grecia por el Reino Unido. Ahí fue educado y asesorado por su tío, lord Luis Mountbatten, además de que no solo solicitó la nacionalidad británica sino que adoptó el apellido materno Battenberg, que en alemán significa montaña de Batten, y lo tradujo al inglés: Mountbatten.

También en Reino Unido inició su carrera en la Marina Real de Reino Unido y alcanzó el grado de teniente, lo que lo colocaba en una buena posición para intentar un matrimonio con alguna dama noble.

El deseo pareció llegarle muy pronto. En 1939, Felipe e Isabel se conocieron. Ella apenas tenía 13 años y, en compañía de sus padres y hermana, habían llegado al puerto en el yate real Victoria & Albert, al que Lord Muntbatten y su sobrino fueron invitados a cenar.

«Volvió para tomar el té y tuvo mucho éxito con las niñas», escribió un día después en su diario Lord Mountbatten, aunque aún desconocía que Isabel se había enamorado al instante del muy rubio, alto y atlético Felipe.

Los años de noviazgo coincidieron con la II Guerra Mundial, lo que se tradujo en separación y desconfianza entre los miembros de la corte británica, ya que Felipe provenía de una rama marginal y empobrecida de la realeza europea, estrechamente vinculada a Alemania.

Era la época de la germanofobia en el Reino Unido, pero contra todo pronóstico y luego de que Felipe demostró su adquirida nacionalidad británica, el rey Jorge VI dio el visto bueno al compromiso de su hija.

Boda real en la posguerra
En 1947, una mañana húmeda y gris de noviembre, Isabel y Felipe se casaron en la Abadía de Westminster, en una espectacular ceremonia de más de 2,000 invitados que iluminó la austera vida británica de la posguerra.

Los primeros años de matrimonio fueron «años felices», según amigos de la familia, quienes veían muy enamorada a Isabel, aunque ni ella ni Felipe nunca fueron muy efusivos o demostrativos de afecto en público.

Pero la felicidad fue alcanzada por algunos nubarrones cuando Isabel II ascendió al trono y empezaron las negociaciones para que la Casa Windsor pasara a ser Casa Mountbatten, algo a lo que se opusieron la Reina Madre y el primer ministro Winston Churchill.

El problema de autoestima del príncipe consorte, agravada por el aislamiento en el que lo colocó su papel de consorte que lo hacía sentir como un intruso en la corte, creó lo que fue denominado como la primera crisis matrimonial, marcada por un viaje en solitario de cinco meses que emprendió de Felipe.

A partir de ese momento iniciaron las versiones de las constantes infidelidades -nunca comprobadas- de Felipe, a quien se le relacionó con diversas mujeres, todas mucho más jóvenes que él, y algunas de la realeza, entre ellas una princesa, una duquesa, dos condesas, además de otras damas con o sin título, muchas de ellas vinculadas a la equitación.

Discreción, el nombre del juego
Sarah Bradford, autora de una de las biografías de Isabel II, afirma que desde los años cincuenta Felipe aprendió a ser más discreto y limitó sus romances a círculos tan ricos o aristocráticos que resultan inaccesibles a la prensa sensacionalista e insobornables por ella.

«¿Se han parado a pensar que en los últimos 50 años nunca he podido salir de casa sin que me acompañara un policía?», es la respuesta que solía dar el príncipe Felipe a las insinuaciones o versiones de romances extramaritales.

La explicación parece razonable, aunque poco convincente a la luz de otros romances reales o situaciones comprometedoras en las que se han visto envueltos, por ejemplo, los príncipes Carlos y Andrés, hijos de Felipe e Isabel II.

Lo cierto es que, según los expertos, a la discreción de Felipe ha correspondido una discreción aún mayor por parte de su esposa, la reina, quien siempre habría estado enterada de los romances de su marido.

Y entre versiones y supuestos, Felipe e Isabel celebraron en noviembre de 2020 73 años de matrimonio.

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