Luego de un 2020 de fuertes choques estructurales externos e internos para la economía venezolana, 2021 se presentaba como una oportunidad para iniciar un cambio de tendencia macroeconómica del país y empezar a construir una nueva narrativa, al menos parcialmente, luego de siete años de durísima contracción económica que dejó a la economía en apenas una quinta parte de su tamaño respecto a 2013.
Pero esta nueva narrativa es solo posible sobre la base del cambio de paradigmas a lo interno del gobierno, que pasó de una visión sumamente dogmática socialista del manejo económico a una más pragmática, como evidencian los cambios que ha acumulado en los dos últimos años [1], que más que por convicción, son provocados por una caída de más del 80% de los ingresos fiscales del gobierno desde 2013. Con el cambio de paradigmas afianzado, 2022 parece dispuesto a facilitar el cambio de tendencia en tres variables claves que seguimos desde Ecoanalítica: crecimiento económico, inflación y encarecimiento del costo de la vida en dólares.
Se estanca la caída y repunte del PIB privado
Basado en este escenario de mayor pragmatismo en el manejo de la administración pública, desde Ecoanalítica hemos proyectado para cierre de año una contracción de apenas 0,5 %, lo que representa un notorio cambio respecto al desempeño de los últimos años, y confirma que la economía nacional finalmente da los primeros pasos para mostrar un crecimiento positivo, algo que no ocurre desde finales del año 2013 cuando el PIB creció 1%. En este sentido, las estadísticas reflejan que durante 2021 Venezuela entró en un período de estancamiento en el que se frenó la caída libre por la que pasó durante los últimos años.
De hecho, si consideramos algunos de los elementos que destacan en esta estabilización de las cifras de crecimiento, debemos hablar de indicadores que por primera vez desde 2013 muestran un resultado positivo, como es el caso del PIB del sector privado cuyo crecimiento esperamos por el orden del 3,1%, con un peso de acuerdo con la última data del Banco Central, del 46,4% de la economía venezolana. Sin embargo, y buena parte lo que explica el resultado agregado ligeramente negativo de este año, el PIB del Sector Público (pesa 45,2% del PIB) repite su octavo año de contracción al proyectar una caída interanual de 5,4%.
En este sentido, algunos elementos claves que han permitido un mayor dinamismo de la actividad comercial en 2021 han sido la maduración de la dolarización en alrededor de dos tercios de las transacciones de bienes y servicios en la economía; una leve mejora del flujo de caja del gobierno debido al repunte de precios del petróleo por un contexto global que ha presionado al alza los precios en el mercado de commodities y una mayor diversificación de ingresos; un creciente peso de los recursos provenientes de la “economía negra”; y una sobrevaluación real de nuestra moneda debido a la priorización del objetivo de contener la hiperinflación.
Salida de la “hiper”
Y sobre este último punto destaca uno de los cambios más relevantes de 2021, la determinación del gobierno en el último año de priorizar una disminución de la inflación por encima incluso del crecimiento económico a través de distintas políticas: intervenciones con compra-venta de divisas en el mercado cambiario para evitar el efecto pass through; un control de la oferta monetaria, con medidas como el cierre casi total del financiamiento bancario debido al mantenimiento de las elevadas tasas de encaje legal con las que limita a la banca nacional; una contracción muy pronunciada del gasto público en bolívares que exige menos al Banco Central con emisión monetaria; y una reciente tendencia a gastar directamente en dólares americanos que recibe de las exportaciones.
Ahora, más allá de las consideraciones de economía política del enfoque de priorización del control de la inflación sobre el crecimiento económico del gobierno, que fundamentalmente implican un rezago total en los incrementos salariales de los trabajadores del sector público y las pensiones, el resultado es claro: hay una importante disminución de las tasas mensuales de inflación a casi la mitad de las cifras de 2019, y apenas a una cuarta parte de los aumentos en esa periodicidad de 2018, lo que dejará a 2021 como el año con la menor inflación desde 2016, dejando la puerta abierta para que en el primer trimestre de 2022 Venezuela experimente formalmente la salida de la hiperinflación de acuerdo con el criterio clásico del economista estadounidense Philip Cagan [2], que a pesar de ser cuestionada en la actualidad en un entorno de inflación global moderada muestra tasas anuales de un dígito, es el criterio más aceptado.
Apreciación del tipo de cambio real
Un elemento adicional que es derivado de la relativa estabilidad del tipo de cambio, es el desajuste que ha habido entre este indicador y las tasas mensuales de inflación que ha mantenido la apreciación real, y que se traduce en un aumento de los costos de vida en dólares persistente pero en menor medida que años anteriores, debido al avance de la fijación de precios en dólares en la economía que provoca más fricciones comerciales frente a aumentos de precios en moneda extranjera por elementos de mercado como competitividad de precios y la sensibilidad de la demanda de los consumidores.
¿Qué esperar de 2022? Tres cambios de tendencia
Para el próximo año, nuestra expectativa es un crecimiento económico en torno al 6,9%, y una desaceleración de la inflación de alrededor de tres cifras bajas, la menor desde 2015, así como un tipo de cambio que mantendrá la tendencia hacia la desaceleración de su crecimiento gracias al fácil mecanismo de control que ha encontrado el gobierno con las ventas controladas de divisas, mitigando cualquier riesgo de una depreciación más pronunciada.
En este escenario, algunos sectores que se verán beneficiados son similares a los que esperábamos en 2020 como Salud, Alimentos, Comercio minorista, Cuidado personal, Tecnología y Servicios profesionales, mientras que los sectores emergentes que destacaron este año y serán relevantes el próximo son Inmobiliario, Químico y Fintech.
Por su parte, algunos elementos relevantes que podrían permitir un mayor dinamismo de la economía son fundamentalmente una mejora sustancial en la provisión de servicios públicos (electricidad, telefonía, agua, Internet y combustible) que representan la principal restricción de oferta de la economía y el avance de la dolarización financiera que permitiría la compensación interbancaria en dólares, préstamos en divisas y la optimización del sistema de pagos.
Estos factores a su vez facilitarían al gobierno aumentar la presión tributaria en divisas y seguir cerrando el déficit fiscal en línea con el objetivo de un mayor control sobre la inflación, un asunto que deberán tener en cuenta las empresas. Otros retos que deberán asumir las empresas en el contexto local serán el repunte de costos laborales, las grandes dificultades para conseguir financiamiento, el alza de los costos de la vida en dólares, y las fallas en las cadenas de suministros globales.
En conclusión, si bien este año marcó la pauta de algunos cambios de tendencia importantes, debemos esperar a 2022 para confirmar si se trata de un verdadero punto de inflexión en la trayectoria de las variables y si se profundizan los ajustes económicos pendientes, siempre teniendo en cuenta que para avanzar hacia un crecimiento económico sostenido y más significativo en Venezuela deben llegarse a acuerdos de entendimiento político y generarse un clima de seguridad jurídica más creíble que el modelo actual de concesiones y opacidad que beneficia a algunos inversionistas privados.
Notas:
[1] ¿Qué esperar de la economía venezolana en 2020?
[2] Según la definición clásica de Philip Cagan (1956), en su libro The Monetary Dynamics of Hyperinflation, un episodio de hiperinflación comienza el mes en el que el aumento de los precios supera el 50% y termina el mes anterior al cual ese aumento cae por debajo de esa tasa y permanece así por lo menos durante un año.
Artículo publicado por Prodavinci
Asdrúbal Oliveros