Por más espacios para la ciencia

Redaccion El Tequeno

Diariamente se abren nuevos espacios para seguir apostando a las conversaciones sobre la ciencia y su rol frente a los temas sociales, políticos, económicos, culturales y ambientales. Es decir, es habitual generar momentos de reflexión que conectan a la ciudadanía y a la ciencia en un encuentro bilateral beneficioso.

A la distancia de un clic, usted puede ingresar a charlas, conferencias y paneles interactivos (que, posteriormente, se traducirán en políticas públicas nacionales o internacionales).

Pese a la enorme cantidad de fuentes verificadas y comprobadas, una encuesta global de las Naciones Unidas (Survey on the impact of online disinformation and hate speech, Unesco – Ipsos, Septiembre 2023) registra que 85% de las personas estaba preocupada por la desinformación en línea, y 68% manifestaba que las noticias falsas provenían de las redes sociales.

Pero el mensaje central de este artículo no es buscar razones que expliquen por qué seguimos informándonos por los medios que creemos más riesgosos para hacerlo, sino aplaudir, muy fuerte, que permanentemente existan conferencias, seminarios y libros que nos llenan de preguntas (sin intentar apropiarse de la verdad absoluta) e intentan contrarrestar la oleada de desinformación en todos los temas públicos.

Ciertamente, la superación de los límites del conocimiento actual, o ese necesario desafío de ir empujando las barreras de lo posible, solo puede hacerse por medio de preguntas difíciles.

De hecho, pocas veces conversar e interrogarnos sobre ciencia resulta mala idea. Lo que desconocemos es muy grande como para no impulsar espacios reflexivos (ojalá con acceso universal) como los mencionados anteriormente.

No debemos olvidar que la semilla de la ciencia es la curiosidad, y su buena cosecha solo es posible si hay terreno fértil para ella; en consecuencia, siempre debemos proveer esas condiciones necesarias de fertilidad para que todos estemos motivados en la tarea de aumentar el conocimiento y, especialmente, para que cada uno de nosotros pueda entender —medianamente— los avances científicos, y así evitamos alimentar estas teorías desinformativas y divisorias (antivacunas, tierra plana, reptilianos que controlan nuestras decisiones).

Por cierto, no es tarea fácil. Precisamente cuando el mundo acelera en la creación de nuevas tecnologías como la robótica, la biología digital, la bioingeniería, la ciencia de los datos o la misma inteligencia artificial, vale hacer una pausa para interpelarnos por qué a veces pareciera que nos estamos embarcando en cualquier ola que nos parezca entretenida y poco tiempo dedicamos para hacernos las preguntas difíciles.

Lo que quiero decir es que, a menudo, solo vemos una carrera indetenible por acumular conocimientos sin saber lo que queremos y esto indudablemente puede ser peligroso. A ratos pareciera que no sabemos qué deseamos con cada nuevo avance: ¿vivir más y mejor?, ¿jugar a los dioses?, ¿descubrir por el mero placer de descubrir?, ¿preservar algo o desechar todo?, ¿controlar o perder el control?, ¿sobrevivir, destruir, crear superhumanos o ser felices?

En fin, varias preguntas incómodas que, tal vez, la ciencia no sepa contestar mejor que la filosofía. Pero ese es otro tema. Por lo pronto, desde cada una de nuestras trincheras evitemos que la ciencia sin conciencia pueda expandirse, que la desinformación le gane a la evidencia comprobada y, en definitiva, acerquemos el conocimiento, la tecnología y las artes sin mezquindad a todos(as). Son mis deseos para el año 2024.

Oscar Morales Rodríguez

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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