Seguridad, identidad y desigualdad: ‘los caballos de Troya’ del populismo autoritario, por Luis Eduardo Martínez

Redaccion El Tequeno

A principios del siglo XIX, el juez e historiador escocés Alexander Fraser Tytler, Lord Woodhouselee, determinó que la democracia y la libertad ciudadana, como forma de administración del Estado, tenía una longevidad útil de no más de 200 años. La realidad es que, en la historia de la humanidad, la libertad y la democracia han sido anomalías rápidamente superadas por el impulso autoritario. Hoy, a pesar de los avances sociales, solo un 8% de la población mundial vive bajo sistemas democráticos, y alrededor de 53% vive bajo gobiernos decididamente autoritarios.

Adicionalmente, solo un 4% de la población mundial está experimentando un aumento de libertades, mientras que más de 34% del mundo está perdiendo libertades. Lord Woodhouselee, para algunos un cínico, para otros un realista, destacó que “una democracia no puede existir como una forma permanente de gobierno. Solo puede existir hasta que los votantes descubran que pueden votar para sí mismos las riquezas del erario público”. Los populismos del siglo XXI han perfectamente entendido que las políticas democráticas pueden ser desvirtuadas fácilmente con uno de tres caballos de Troya: la amenaza de seguridad, la incertidumbre de identidad y el resentimiento de la desigualdad.

Recep Tayip Erdogan, el presidente de Turquía, llegó al poder hace 20 años, cuando se convirtió en primer ministro del país, que en 2003 aún estaba gobernado por un sistema parlamentario. Desde su llegada al poder, Turquía cayó de ser categorizada como una democracia imperfecta a un país autoritario según el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit.

Erdogan ha demostrado ser un líder autoritario astuto. Ha sabido aprovechar el rol de Turquía en la OTAN para ganar prestigio y relevancia internacional. El líder turco ha sido tan cínico en su manejo de asuntos internacionales, que logró representar en pleno siglo XXI lo que dijo Alexander Fraser Tytler hace 200 años: “la democracia es una quimera”. Erdogan logró que Turquía fuese: una “democracia” miembro de la OTAN, un aliado de China en el medio oriente (pero competidores en África), el mayor vendedor de drones militares a Ucrania, un puente de contrabando para transportar mercancías necesarias para la sancionada economía de Rusia, y un rompeolas de migración no deseada hacia la Unión Europea.

A través de un discurso de seguridad, Erdogan logró que las democracias de occidente le permitieran convertir a su país en una autocracia. Internamente, y de cara a las elecciones presidenciales del 14 de mayo, Erdogan ha utilizado al brazo paramilitar del partido de trabajadores kurdos (conocido como PKK) para mantener el poder. Tras los atentados terroristas en Estambul en noviembre de 2022, Erdogan ha utilizado los medios del Estado para vincular a su mayor oponente político con grupos violentos. Según Erdogan, el líder opositor Kemal Kiliçdaroglu tiene vínculos con el PKK. Este tipo de mensaje fue difundido a lo largo de 32 horas de cobertura política que recibió Erdogan en el canal del Estado el último mes, durante cuyo período Kiliçdaroglu recibió un total de 34 minutos al aire. Expertos han advertido sobre el uso inminente de “deep fakes” que busquen acercar al líder opositor Kiliçdaroglu con grupos terroristas.

Adicionalmente, Erdogan decidió aumentar el salario mínimo en el país un 45%, la misma semana de las elecciones. Y como si la balanza no estuviese suficientemente amañada, solo unos 130 mil ciudadanos de los más de 3 millones desplazados por el terremoto del pasado mes de febrero lograron registrarse en sus nuevos centros de votación, es decir, que los más afectados ni siquiera tendrán una voz en estas elecciones. El gobierno de Erdogan ha utilizado la amenaza de seguridad para aferrarse al poder. Estas elecciones al igual que el referendo de 2017 y las elecciones de 2018 se realizaron bajo estados de emergencia y con un régimen gobernando por decreto.

Polonia

El partido Ley y Justicia de Polonia, liderado por Andrzej Duda, tiene una década en el poder. En esa década y según el Índice de Democracia, Polonia se convirtió en el país que más se movió hacia una autocracia en el mundo entero. Para resaltar lo dicho, pensemos en qué ha pasado en los últimos 10 años: Maduro llegó al poder en Venezuela, Daniel Ortega tenía apenas 3 años en el poder y Xi Jinping llegó al poder. A pesar de estos hitos evidentes… Polonia fue el país que mayor deterioro democrático o mayor avance autoritario tuvo en la última década. Polonia sostendrá elecciones nuevamente en octubre de 2023 y, de permanecer en el poder el partido Ley y Justicia, este declive seguramente continuará.

En el caso de Polonia, el actual gobierno de Andrzej Duda ha utilizado las guerras culturales y el abuso del poder del Estado para afianzar su poder y ganar elecciones. En 2015, el gobierno nombró a un legislador del partido oficialista (famoso por su abuso de las normas de propaganda electoral) como director del consejo que supervisa los medios estatales. Los medios estatales luego lanzaron una campaña de difamación en contra de líderes opositores, difundiendo conversaciones privadas que fueron sustraídas utilizando el sistema de espionaje israelita conocido como Pegasus.

De igual manera, el partido Ley y Justicia de Polonia ha utilizado a la Iglesia católica para recargar la polarización política en cuanto a los derechos de la comunidad LGBTQi en el país. Líderes políticos y religiosos utilizan las iglesias y centros comunitarios cristianos para difundir un mensaje de odio en contra de la “plaga roja” del comunismo o la “plaga arcoíris” de los neo-marxistas.

A pesar del retroceso democrático, el avance autoritario, el abuso de los poderes del Estado y la persecución política de minorías, Polonia es miembro de la Unión Europea. Es miembro de la OTAN. Polonia emergió como el aliado principal de EE.UU. en Europa en cuanto a la guerra en Ucrania, es el país del bloque europeo que más armas ha enviado a Kiev ($2,5 mil millones). Internamente, el partido de Ley y Justicia utilizó la identidad religiosa y cultural para tomar control de las instituciones formales, y a nivel internacional está asegurando su relevancia en Europa al tomar un rol decisivo ante la ausencia de Alemania y Francia en el flanco este.

India y Brasil

India, la democracia más grande del mundo, está en el ranking de los 10 países que más se han movido hacia autocracias en la última década. Tiene una puntuación en el Índice de Democracia menor que los de Tanzania, Bolivia y Nigeria. Brasil se une a Turquía, Polonia e India en el ranking de las 10 democracias que se han deteriorado de manera más acelerada. En el caso de Narendra Modi y Luis Ignacio Lula Da Silva, sus regímenes autoritarios se apalancan de narrativas nativistas, en donde se diferencia una desigualdad económica y moral entre grupos dentro de la sociedad. Hay los virtuosos, los nativos, los representativos del espíritu nacional, y luego están los otros.

Ambos países además son las “democracias” y economías más grandes de Asia y América Latina. Razón por la cual Washington y Bruselas omiten la corrupción, el nacionalismo, los abusos de derechos humanos, etc. Con tal de no antagonizar a un actor de peso en la balanza del poder internacional.

Cada uno de estos países fue hace dos décadas la promesa de la democracia a nivel mundial. El ciclo de vida de una democracia, como lo fue descrito por Alexander Fraser Tytler, pareciera estar sucediendo de manera más acelerada. “Durante esos 200 años [o 20 en el siglo XXI], estas naciones siempre progresaron a través de la siguiente secuencia: de la esclavitud a la fe espiritual; de la fe espiritual al gran coraje; del coraje a la libertad; de la libertad a la abundancia; de la abundancia al egoísmo; del egoísmo a la complacencia; de la complacencia a la apatía; de la apatía a la dependencia; de la dependencia a la esclavitud”.

Fueron los falsos discursos de seguridad, identidad y desigualdad que lograron que los inescrupulosos y corruptos se infiltraran en nuestros sistemas democráticos como un caballo de Troya: augurando una victoria virtuosa, pero abriendo las puertas del miedo, la avaricia y el resentimiento. La democracia es un ideal construido por la humildad de la esperanza y destruido por el egoísmo del individuo.

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