Atención, el siguiente vídeo puede herir sensibilidades. Lo que vemos es la extracción por parte de una optometrista de hasta 23 lentes de contacto del ojo de una paciente.
Tal y como ha contado la oftalmóloga de Newport Beach, California, cuando la paciente, una anciana, llegó a su consulta, le dijo que creía tener “algunos lentes de contacto”. Lo que Katerina Kurteeva nunca pudo imaginar es el número total que se iba a encontrar. Como ha explicado recientemente a Insider:
«Hacia el final del día, una paciente de unos 70 años que usaba lentes de contacto diarios entró diciendo que sentía que tenía algo en el ojo que no podía sacar. Mi mente saltó a las posibilidades de lo que podría ser: un pedazo de lente de contacto roto, un rasguño en la córnea, una infección, una pestaña o restos de maquillaje. Solo lo sabría con certeza una vez que hiciera el examen».
La oftalmóloga entonces pasó a realizar una exploración estándar. Para ello, aplicó una mancha amarilla en el ojo de la paciente con el fin de que los rasguños o cuerpos extraños fueran más fáciles de detectar. Mientras buscaba a través de la córnea, en los fórnix superior e inferior, se sorprendió al no encontrar nada:
«No vi mucho. Solo un poco de mucosidad, que podría ser una respuesta natural a la irritación. Estaba desconcertada».
Veamos la pieza visual, titulada “¡No duermas con tus lentes de contacto!”, que muestra a Kurteeva usando un hisopo para quitar con cuidado docenas de lentes de contacto viejas de detrás del ojo de la paciente. Algunos de ellas parecían haberse vuelto verdes después de estar allí durante un largo período de tiempo.
Tal y como escribió la oftalmóloga en su Instagram:
«He separado cuidadosamente todos los lentes de contacto y he contado un total de 23. Tuve que usar un instrumento quirúrgico muy fino, unas pinzas de joyero para separar las lentes de contacto. Estaban esencialmente pegadas después de estar debajo del párpado durante un mes».
¿Y cómo pudieron llegar esas 23 lentes de contacto? Kurteeva ha explicado que la paciente siempre olvidaba que tenía lentes cuando se acostaba y seguía agregando nuevas. “En mis 20 años como médico, nunca había visto algo así”, zanjó la doctora.
