Tocando el alma a través de la mirada

Redaccion El Tequeno

Probablemente ha tenido la experiencia, en una habitación llena de gente, de cruzar la mirada con otra persona. Es casi como una escena sacada de una película del cine romántico, el resto del mundo se vuelve gris, mientras usted y esa otra alma están momentáneamente conectadas. No sorprende que al darnos cuenta de que somos objeto de otra mirada ésta nos atraiga.

Un efecto documentado de la mirada mutua puede ayudar a explicar por qué ese momento de contacto visual a veces puede resultar tan atractivo. En un reciente trabajo de investigación se determinó que la mirada mutua conduce a una especie de fusión parcial del yo y el otro: calificamos a los extraños con quienes hemos hecho contacto visual como “más similar a nosotros”, en términos de su personalidad y apariencia.

Quizás, en el contexto adecuado, cuando todos los demás están ocupados hablando con otras personas, este efecto aumente la sensación de que ambos están compartiendo un momento especial.

La mirada mutua es uno de los comportamientos de comunicación no verbal más básicos, pero no está bien estudiado, según explicó un grupo de investigadores que reportó que las personas que conversaban rara vez se miraban mutuamente.

“Descubrimos que, sorprendentemente, el contacto visual directo es bastante raro durante las interacciones, pero es importante para la dinámica social. El tiempo que mantenemos el contacto visual, aunque sea durante unos segundos, parece ser un factor predictivo importante para el comportamiento social posterior”, señalan.

Lo que es aún más sorprendente es que, dentro de esas interacciones, los participantes mantenían contacto visual mutuo sólo el 3,5% del tiempo.

Por supuesto, el contacto visual no siempre es tan apasionante. Hacemos suposiciones sobre la personalidad de las personas en función de cuánto nos miran a los ojos, al cruzarnos con extraños en la calle podemos sentirnos rechazados si no hacen un contacto visual. Esto ya lo sabemos por nuestras experiencias cotidianas.

Pero los psicólogos y neurocientíficos han estado estudiando el contacto visual durante décadas y sus intrigantes hallazgos revelan mucho más sobre su poder, incluyendo lo que nuestros ojos muestran y cómo el contacto visual influye sobre lo que pensamos de la otra persona que nos mira.

Las investigaciones revelan que moldea la percepción de la otra persona que se encuentra con nuestra mirada. Por ejemplo, generalmente percibimos que las personas que nos miran a los ojos son más inteligentes, seguras, concienzudas y sinceras, y nos volvemos más propensos a creer en lo que dicen.

Es posible que haya notado estos efectos si alguna vez ha sostenido la intensa mirada de un mono en el parque zoológico. Es casi imposible no dejarse vencer por la profunda sensación de que es un ser consciente que nos juzga y escudriña.

De hecho, se ha demostrado que incluso mirar un retrato que parece estar haciendo contacto visual desencadena una actividad cerebral relacionada con la cognición social; es decir, se activan regiones involucradas con el pensamiento sobre nosotros mismos y los demás.

En otro estudio realizado, los voluntarios miraron un video con un rostro mientras simultáneamente completaban un desafío de palabras, donde relacionaban acciones con sustantivos. Por ejemplo, si escuchaban el sustantivo “agua”, generalmente respondían “beber”.

A los voluntarios se les dificultaba mucho más el desafío de palabras cuando la persona en el video parecía estar haciendo contacto visual con ellos. Los investigadores creen que este efecto se produjo porque este tipo de contacto es tan intenso que agota nuestras reservas cognitivas.

Estudios similares han descubierto que mirar directamente a otra persona también interfiere con nuestra memoria de trabajo (la capacidad de retener y utilizar información en la mente durante cortos períodos de tiempo), la imaginación y el control mental.

Si decide acercarse, usted y su compañero de mirada descubrirán que ocurre un proceso conocido como “mimetismo de pupila”, esto describe cómo sus pupilas y las del otro se dilatan y contraen en sincronía. Pero hay cierto escepticismo al respecto, y los investigadores dicen que el fenómeno es simplemente una respuesta a las variaciones en el brillo de los ojos de la otra persona.

Otra investigación sugiere que podemos leer emociones complejas en los músculos oculares; es decir, si una persona entrecierra o abre mucho los ojos. Por ejemplo, cuando una emoción como el disgusto hace entrecerrar los ojos, esta “expresión ocular”, como una expresión facial, también indica nuestro disgusto a los demás.

En un estudio realizado en el museo de ciencias, los psicólogos intentaron establecer la duración preferida del contacto visual. Concluyeron que, en promedio, es de tres segundos. Por supuesto, demasiado contacto visual también puede hacernos sentir incómodos y las personas que miran fijamente parecen espeluznantes.

Todos estos estudios sugieren que hay más de una gota de verdad en el viejo dicho de que los ojos son el espejo del alma. De hecho, hay algo increíblemente poderoso en mirar a los ojos de otra persona.

Cuando miras a los ojos, quizás sea lo más cerca que estés de “tocar el cerebro” o el alma del otro. Dada esta intensa intimidad, tal vez no sea de extrañar que si mantiene la mirada con esa persona especial durante unos minutos, probablemente descubra que empiezan a suceder cosas maravillosas, más intensas de lo que haya experimentado antes.

Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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