Gilbert Fernández no titubea en su intención de cruzar la inhóspita selva del Darién en busca de mejores oportunidades, a pesar del anuncio de Estados Unidos de otorgar permisos condicionales humanitarios a 24.000 migrantes venezolanos que lleguen por vía aérea.
“Fue una noticia que nos cayó como un balde de agua fría”, aseguró el jueves Fernández a The Associated Press desde las playas de Necoclí, un pueblo costero del lado colombiano en el que unas 9.000 personas, en su mayoría venezolanas, aguardan para subir a un bote que los llevará hacia la entrada del Darién, un camino repleto de peligros que une a Colombia con Panamá y la puerta de entrada para migrantes irregulares que buscan llegar a Estados Unidos.
Para Fernández, el anuncio de Estados Unidos le trae más problemas que ventajas. No cuenta con recursos para comprar un pasaje en avión, porque vendió su carro y sus tierras en Venezuela para emprender su viaje junto a su hijo de 18 años y sus amigos.
“Pensamos que eso lo está haciendo Estados Unidos para aguantarnos, pues, para que nosotros no tomemos la decisión de seguir avanzando”, aseguró Fernández, quien en su país era un comerciante. “Los que ya nos vinimos, ¿cómo vamos a hacer? Ya estamos montados en esto”, agregó.
El nuevo programa de Estados Unidos tiene la intención de disuadir a los miles de venezolanos que buscan llegar a esa nación por tierra, a través de la peligrosa selva del Darién.
En algunos casos, el anuncio logró impactar en quienes pretendían llegar ilegalmente a la frontera sur de Estados Unidos a riesgo de ser detenidos por las autoridades.
México, por su parte, aceptó recibir a los venezolanos que lleguen a través de este flujo irregular a Estados Unidos vía terrestre. Quienes crucen la frontera terrestre serán devueltos a México en virtud de la ley de salud pública conocida como Título 42, bajo el cual no tienen derecho a solicitar asilo, y que fue implementada con el argumento de evitar la propagación del COVID-19.
Jeremy Villegas, de 25 años, llegó a Necoclí en un grupo de 30 personas, la mayoría de ellas decidieron buscar otros rumbos al oír la noticia. Villegas aún duda si cruza o no el Darién. Dice que aguarda una señal de quienes avanzaron y están cruzando la frontera para saber si realmente vale la pena correr el riesgo.
El Darién es una inhóspita selva en la que suelen presentarse robos, agresiones sexuales y trata de personas. Las autoridades colombianas advierten que los migrantes están más expuestos a ser utilizados por grupos armados ilegales que operan en la zona.
Cuando estaba a punto de entrar a la selva, Cristian Casamayor, de 27 años, decidió frenar su viaje por al ser alertado por su familia del nuevo permiso y la advertencia del gobierno de que aquellos que intenten entrar de manera ilegal serán inelegibles para este proceso en el futuro.
“Me frené por conciencia y ser inteligente… luego nos tachan ya en el pasaporte y ya no podemos entrar a Estados Unidos”, dijo a la AP tras bajarse de un bote. Todavía no decide su próximo destino, pero aseguró que no retornará a Venezuela.
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