“Daniel Ortega es un monstruo”: el duro análisis de una exguerrillera a 44 años del triunfo de la revolución sandinista

Redaccion El Tequeno

Este 19 de julio se cumplen 44 años del día en que columnas guerrilleras del Frente Sandinista entraron victoriosas a Managua, la capital de Nicaragua, después de derrotar a la Guardia Nacional y poner fin a 44 años de la dictadura de los Somoza.

Por Infobae

Mónica Baltodano dirigió en Managua la lucha guerrillera y el 19 de julio de 1979 estaba al frente de una columna de combatientes. Luego, fue miembro del gabinete de Daniel Ortega en los años 80, y se separó políticamente de él a finales de los 90, cuando Ortega se coludió con el líder del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Arnoldo Alemán, para repartirse los poderes del país.

Baltodano, 68 años, es ahora una perseguida política de Ortega, su excompañero de lucha, y se encuentra en el exilio junto a toda su familia. En esta entrevista analiza el fin de la dictadura de Somoza y el nacimiento de la dictadura de Ortega.

-¿Dónde estaba usted el 19 de julio de 1979?

En la mañana, como parte del Estado Mayor (guerrillero) de Managua, y liderando entonces, el batallón Rolando Orozco, que era una formación de más de 400 combatientes con los que hicimos el 18 la toma de Granada, nos aprestamos a desfilar hacia la capital. En ese momento no sabíamos si todavía habría resistencia de la Guardia (Nacional). A Managua entramos como a las cuatro de la tarde…

-Del 19 de julio…

Del propio 19 de julio, porque en realidad el acto de la liberación fue el 20…

-¿Y por qué si fue el 20 cuando se reunieron para celebrar, se instituyó el 19 de julio como la fecha de la victoria?

El 19 fue el día de la victoria. Todas las fuerzas entramos triunfantes a Managua. Ya para entonces la Guardia había salido. La Junta de Gobierno entra a Managua el 20.

-¿Cómo se veía a la parte derrotada? Los Guardias estaban huyendo y muchos fueron apresados.

En ese momento pensábamos que había salido Somoza. Y que la Guardia, por su carácter pretoriano, nunca logró conseguir un estatus de institución independiente, se había hundido con el dictador. Para nosotros era un ejército derrotado al cual había que darle el tratamiento de ejército derrotado. Muchos lo hicimos así.

-¿El modelo revolucionario que propusieron en ese momento, se correspondió con el que se estableció durante casi diez años?

Las bases de las propuestas que se consensuaron desde el año 79 fueron pluralismo político, economía mixta y no alineamiento. Pero no podemos olvidar que desde 1981 empezamos a tener una agresión. Lamentablemente, Ronald Reagan llega al gobierno (de EE. UU.) y, para mí, todos los postulados de la revolución no pueden ser analizados en su verdadera deriva sin el contexto de agresión que vivió de inmediato la revolución que modifico esos sustentos. Se logró mantener lo del pluralismo político, porque en 1984 hicimos elecciones libres, pero el no alineamiento, al final, no fue una realidad porque la misma agresión derivó a la revolución a la Guerra Fría, alineándose con el campo socialista, con la Unión Soviética y Cuba.

-¿Considera dictadura la que hubo en los años 80 en Nicaragua?

Con todas las imperfecciones, la revolución trató de establecer un régimen de carácter democrático, tanto así que en 1990 salió por la vía electoral. Se respetó la voluntad de la gente. No se puede hacer un símil entre el régimen que estamos viviendo, que es un régimen totalmente personalista, con el régimen de los 80. Es un gran error histórico. Tienen muchas diferencias.

-¿Usted considera a Daniel Ortega un hijo de esa revolución?

Sí. Ortega y su régimen están vinculados estrechamente al somocismo y a la cultura política que existía desde antes, a la revolución sandinista, pero también está vinculados a la cultura que muestra un Arnoldo Alemán y un PLC que le dan el pacto, al respaldo que le da el cardenal (Miguel) Obando por sus propios intereses, y después al gran acuerdo con el capital. O sea, creo que Ortega es un monstruo, resultado de una serie de factores, pero no exclusivo de la revolución.

-En Managua se celebra el 44 aniversario de la revolución, y es Daniel Ortega quien lo celebra.

Él mantuvo su presencia en la sociedad a través del Frente Sandinista, que él convierte en una fuerza a su servicio y parte importante de su proyecto descansa en la posibilidad de manipular la historia, los símbolos y los discursos. Pero, si uno escrudiña en los propósitos e ideales del sandinismo, de Sandino y Carlos Fonseca, uno puede encontrar que hay herederos, seguidores y traidores. Y, para mí, Ortega es un traidor a todo lo que se predicaba en el sandinismo.

-¿En qué momento comienza esa traición? Porque antes para ustedes Ortega era un líder…

No puedo saber exactamente cuál era la naturaleza íntima de Daniel Ortega. Lo que sí te puedo decir es que, conociendo ahora datos que no conocía antes, creo que él ya tenía ciertas deformaciones. En los años 80, el hecho de que por lo menos hubiera una conducción colegiada, no le permitió mostrar esa naturaleza, y en los 90 él comienza rápidamente a mostrar un talante autoritario, obsesivo de poder, obsesivo de control, y se favorece cuando, a través del pacto, le dan acceso a espacios importantes de los poderes del Estado.

-¿Como historiadora puede establecer una comparación entre Anastasio Somoza Debayle y Daniel Ortega?

Es bien difícil comparar a Ortega, sobre todo con el último Somoza, porque la dictadura fue de más de 40 años y era dinástica. Somoza Debayle bombardeó ciudades. Fue genocida. Aniquiló a miles que no tenían que ver con el conflicto. Pero estaba enfrentado a una lucha de carácter militar. Si hubiese una lucha armada contra Ortega, si hiciéramos insurrecciones como las que se hicieron en el 78 y el 79, Ortega también bombardearía las ciudades en defensa de su control del poder. Ambos dictadores son responsables de crímenes, ambos son asesinos.

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