DIVIDIDOS

Redaccion El Tequeno

Hace unas ediciones hablaba del dolor de aquellos que se quedan, a quiénes casi nunca se les nombra o poco se le considera a la hora de evaluar el nivel de dolor que ha traído el éxodo masivo de connacionales por el mundo, una diáspora que se ha regado por todo el globo, producto de veintidós largos años de revolución.

Pero esta vez quiero hablar del efecto individual en aquellos que salen del país, no por voluntad propia; sino porque las circunstancias, cualquieras que sean, los obligan a tomar la decisión de desarraigarse de su vida, su entorno, su identidad. No es lo mismo ser de un lugar y vivir en él toda la vida, cada momento, su evolución o involución; a por el contrario salir y olvidar, porque, aunque no queramos, olvidamos. Nuestra mente procesa las imágenes y recuerdos de los nuevos lugares, muchos de los archivos guardados en nosotros, recuerdos de momentos vividos, son eliminados de nuestro cerebro, suerte de disco duro bilógico. Para aquel que es arrancado de tajo, pierde el contacto con sus raíces, pierde la noción de su propia naturaleza; una parte se queda inconexa y ya lo que era natural, cotidiano, no lo es más, lo que ven por redes o en contacto con amistades, les parece conocido, pero no están seguros. Es otra cosa. Al regresar, si es que pueden, son turistas obligados en su propia tierra.

¿Cómo se regresa? ¿Cómo se vuelve al punto de partida? ¿Qué sucede, entonces? De eso escribió y cantó Franco De Vita en la canción “Extranjero”, del álbum homónimo de 1990:

“(…)Los niños que corrían gritando

Un extranjero a plena luz del día

Y te preguntas cuál será tu patria

Un extranjero nunca tendrá patria”.

En ese entonces, solo aquellos que somos hijos de inmigrantes, de extranjeros, entendíamos esa letra, la sentíamos como una laceración en el alma. Nos movía las fibras internas al entender el impacto que tiene la migración obligada en la psiquis del migrante. Las secuelas, las marcas que pensamos nunca viviríamos los venezolanos. Pero nos equivocamos.

Hoy somos los protagonistas de nuestra propia versión de dicha canción de Franco De Vita. Hoy una parte, inevitablemente, se queda anclada, solitaria y perdida; pero el resto se marcha, emprende su viaje sin saber si hay retorno, muchos lo prefieren así.

Estamos divididos.


Fernando Pinilla
IG/Tw: @fmpinilla

Si quieres recibir en tu celular esta y otras noticias descarga Telegram, ingresa a @eltequenopuntocom y dale click a +Unirme.
Next Post

El punto G del dinero

Cuando la mujer venezolana se proyecta por el mundo, siempre sobresale en su belleza y su inteligencia. Hoy quiero compartir mi historia de éxito, tras emigrar hacia Panamá hace 5 años e incansablemente hacer todo lo posible para dignificar la profesión que con orgullo he ejercido con pasión: El periodismo. […]