Los errores médicos o de diagnóstico que pueden causar daños irreversibles en un paciente

Redaccion El Tequeno

Desde los comienzos de la Medicina se comprobó que los médicos pueden provocar daños a los pacientes sin quererlo y aun aplicando la terapia adecuada.

Alrededor del año 400 a. C. Hipócrates ya recomendaba como fundamental el principio básico de “ayudar o, por lo menos, no hacer daño”. Tiempo más tarde, se trasformaría en “primum non nocere”, “primero no dañar”, el cual se atribuye a Galeno.

Se entiende por iatrogenia (“iatro” = médico; “geno” = producir, y “ia” = cualidad) a toda consecuencia negativa que se produce en el paciente como resultado de la intervención de un profesional sanitario, sea médico, psicólogo, psiquiatra, enfermero, farmacéutico, dentista.

Un concepto muy importante –y que lo diferencia de la mala praxis–se refiere a que el daño ocurre aún cuando el profesional haya aplicado el tratamiento de manera adecuada, ética, sin negligencias, errores ni omisiones.

La iatrogenia se refiere a los efectos negativos que pueden surgir de la correcta atención médica mientras que la mala praxis implica una conducta negligente, imprudente o ilegal por parte del profesional de la salud.

En psiquiatría resulta difícil establecer una cifra exacta sobre la frecuencia de la iatrogenia ya que sus efectos negativos pueden variar según el tratamiento, el trastorno y las características individuales del paciente, aunque existe la presunción de que afecta a muchos.

Pueden influir los errores de diagnóstico, la falta de seguimiento adecuado y la deficiente comunicación entre el profesional y el paciente.

Cuáles son las causas más frecuentes:

1) Indicación de un tratamiento que no corresponde. Por ejemplo, cuando se trata a personas sanas, con problemas anímicos normales sin que implique una enfermedad (por duelo, falta de trabajo, problemas de pareja, económicos).

Algunas investigaciones han estimado que casi la cuarta parte de los pacientes que acuden a un centro de salud mental no presentan ningún trastorno mental y aun así reciben medicación psicofarmacológica medicalizándose aspectos normales de sus vidas.

2) Utilización excesiva en tiempo y en cantidad por dosis elevadas de psicofármacos.

3) Tratamientos técnicamente inadecuados como combinaciones injustificadas de medicamentos, prescripción inadecuada, suspensiones mal hechas.

4) Estudios complementarios insuficientes.

5) Divorcio del conocimiento del psiquiatra en cuestiones de la medicina interna y confundir, por ejemplo, hipotiroidismo con depresión.

6) Tendencia a un exagerado enfoque organicista sin sopesar posibles factores psicológicos que ameritan un tratamiento psicoterapéutico y no psicofarmacológico.

En nuestro medio la capacidad terapéutica del sistema de atención a la salud mental (pública o privada) suele ser limitada y es frecuente que se realicen diagnósticos y tratamientos apresurados sin considerar con una actitud crítica los beneficios que pueden proporcionar o los daños que pueden causar.

Como ejemplo, una investigación realizada en EE.UU por M. Makary y M. Daniel determinó que el error médico fue en 2016 la tercera causa de muerte en ese país.

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