Trabajadores de los cultivos de hongos quieren un sindicato

Redaccion El Tequeno

El río Yakima discurre hacia el sureste desde las montañas Cascade por el centro del estado de Washington, en el extremo noroeste de Estados Unidos, hasta fusionarse con el río Columbia un poco al norte del vecino estado de Oregón. Desde la pequeña ciudad de Yakima hacia abajo, su curso se ensancha desde un cañón sinuoso hasta un amplio valle deslindado por crestas bajas y austeras de artemisa verde grisácea y hierbas leonadas. Es mediados de abril y las hojas nuevas de los sauces y los álamos alumbran las riberas con un color verde amarillento luminoso.

De colores, de colores se visten los campos en la primavera …
(De una vieja canción de campesinos)

El valle que envuelve el cauce del río fue una vez en su mayoría pastizales semiáridos salpicados de acantilados de basalto. Pero a medida que los sistemas de regadío se extendieron, a principios del siglo XX, se transformó en ricas tierras de cultivo.

Extensiones de viñedos cruzan el valle y trepan por las colinas. Una parte de la carretera del valle de Yakima ha sido rebautizada como «Wine Country Road» (Ruta del país del vino), y en los cruces, letreros apuntan a bodegas y salas de degustación.

De colores, de colores son los pajaritos que vienen de afuera …

Altos marcos de madera y alambre esperan a que crezcan las vides de lúpulo. El valle de Yakima produce más de tres cuartas partes del lúpulo cultivado en Estados Unidos. Los huertos de manzanas y peras empiezan a florecer. En los campos de maíz y frijoles, asoman los primeros brotes verdes.

Aquí y allá, grandes tuberías de pivote central riegan los campos en círculos. A lo largo de la carretera, un canal de riego serpentea debajo de la calzada. Un poco más adelante, en el silo oxidado de una granja abandonada, un cartel pintado a mano dice: «Terreno en venta, 19 acres, primeros derechos de agua».

De colores, de colores es el arcoíris que vemos lucir …

El domingo después de la misa, una camioneta está estacionada en un camino rural junto a un campo de maíz viejo del año pasado, tallos de un metro con cáscaras y mazorcas secas. Lo que parece una familia – un hombre, una mujer y cuatro niños – camina por el campo, cosechando maíz seco y metiéndolo en bolsas de tela en sus hombros. Podría ser que estén espigando.

Un poco más allá en la carretera, una casa pequeña y desgastada, probablemente de trabajadores agrícolas, tiene un letrero morado y amarillo en el patio delantero: «Una nueva familia UW Husky». Su hijo está comenzando en la Universidad de Washington, la mayor universidad pública del estado.

Y por eso los grandes amores de muchos colores me gustan a mí.

La ciudad de Sunnyside se extiende sobre una colina a unas 50 quilómetros al sureste de la ciudad de Yakima. Los 16 000 residentes de la pequeña urbe son 86 % hispanos, y en el condado de Yakima, del que forma parte, la cifra supera 52 %, en un país donde la población hispana se acerca a una quinta parte del total y sigue creciendo.

El ingreso anual por habitante en Sunnyside es de 15 570 dólares y la tasa de pobreza es de 18,6 %, en comparación con los 43 817 dólares y 9,9 % del promedio en el estado de Washington.

En otras palabras, el ingreso anual promedio aquí es un poco más de un tercio del del estado, y la pobreza es casi el doble.  En algunos vecindarios, los remolques curtidos por la intemperie se posan en lotes pequeños en los parques de casas móviles. En la cima de la colina, las casas son más grandes, con césped bien cuidado.

En el extremo sur de la ciudad, al otro lado de la Interestatal 82, Midvale Road está bordeada por instalaciones industriales de servicio y procesamiento para productos lácteos, dulces, piensos, fertilizantes y equipos.

Los enormes almacenes blancos están respaldados por tuberías, silos y tanques cilíndricos. Al final de este bastión agroindustrial, las filas de largas estructuras blancas que parecen invernaderos opacos se identifican con un letrero: «Windmill Farms» (Granjas Windmill).

En el interior, en contenedores a varios niveles en salas sin ventanas con clima controlado, crecen hongos. Los camiones de reparto estacionados afuera de la finca aún llevan pintado en sus costados “Ostrom Farms” (Granjas Ostrom), el nombre de los dueños anteriores.

A lo largo de la calle fuera de la granja de hongos, una tarde de abril, los trabajadores, sus familias y sus simpatizantes forman un piquete.

Grandes y pequeñas banderas carmesí con un águila azteca negra sobre un círculo blanco ondean con un fuerte viento. Rojo, blanco, azul y verde también ondulan: un niño iza una bandera estadounidense mientras un hombre mayor enarbola el tricolor mexicano.

Los letreros caseros dicen “We Feed You” («Te damos de comer») y «La unión hace la fuerza». Otro dice: “Queremos unión – Protesta – United Farm Workers of Sunnyside (Campesinos Unidos de Sunnyside) – Tu derecho pero también tu obligación”, en letras marrones y rojas alrededor de un puño cerrado.

Desde un sistema de sonido portátil, la música ranchera mexicana del cantautor Joan Sebastian y Los Tigres del Norte presta una cadencia viva de acordeón y guitarra a los gritos de “¡Si se puede!” y “¡Vamos a ganar!”

Estos trabajadores del cultivo de hongos están haciendo piquetes frente a Windmill Farms para exigir que corrija algunos errores flagrantes que Ostrom Farms, el anterior propietario, infligió a sus trabajadores antes de vender la granja. Los nuevos dueños, dicen, no han remediado la mayoría de los problemas.

Hace más de un año, los trabajadores de Ostrom comenzaron a plantear quejas sobre las condiciones de trabajo, los salarios y la gestión. Y empezaron a trabajar con organizadores del sindicato United Farm Workers.

Cuando no obtuvieron respuesta,  70 % de ellos votaron a favor de formar un sindicato para negociar con la empresa. Ostrom respondió despidiendo a todos sus trabajadores y vendiendo la granja a una empresa de Ontario, en Canadá, Windmill Farms.

Windmill es controlada por una firma de capital privado con sede en Toronto, Instar Asset Management y les dijo a los extrabajadores que podían volver a solicitar trabajo allí, pero que tendrían que aceptar nuevas condiciones que restringirían sus derechos laborales.

Antes de la venta, Ostrom había reemplazado a la mayoría de sus trabajadores, que eran predominantemente mujeres hispanas que vivían en el área, con «trabajadores invitados» masculinos traídos de México con visas agrícolas temporales H-2A.

Los trabajadores H-2A tienen derechos laborales limitados y pueden ser fácilmente despedidos y deportados. Algunos de los trabajadores originales fueron contratados de nuevo, pero varios de ellos ya no ocupaban sus antiguos puestos.

Los trabajadores y sus simpatizantes exigen que Windmill vuelva a contratar a los trabajadores que fueron despedidos, aborde sus quejas, reconozca a su sindicato, y negocie un contrato con él. Miembros de otros sindicatos han venido de todo el estado para mostrar solidaridad.

La presidenta de United Farm Workers, Teresa Romero, ha venido desde California para animar a los trabajadores de los hongos. La veterana lideresa laboral toma el micrófono y se dirige a la multitud en español:

“Nosotros estamos aquí luchando por todos ustedes … . Pero no podemos hacerlo sin el apoyo, sin el liderazgo, que ustedes han demostrado. No es fácil. Muchos de ustedes han sido despedidos por haber reclamado sus derechos …. Pero lo que quiero demostrarles es que … vamos a seguir luchando … por los trabajadores que están adentro todavía y que tienen miedo. Y el temor que ellos tienen es muy justificado por muchos de ustedes que fueron despedidos», dice.

Y añade: «Pero lo importante es que … es nuestra causa, es nuestra lucha …. Aquí estamos y no nos vamos. Gracias a todos que nos están apoyando, que vienen de fuera del movimiento campesino, pero que saben lo difícil que es organizarse, y aún … más para los trabajadores del campo”. Luego repite parte de su discurso en inglés.

Termina su discurso con “¡Sí, se puede!”, el grito tradicional de los campesinos. Y la multitud sigue vitoreando: “¡Sí, se puede!”.

A continuación, un hombre de unos 50 años con perilla y gafas de sol, una gorra de béisbol roja y una cazadora azul, sonríe a la asamblea. José Martínez fue uno de los líderes en la formación del sindicato. Fue despedido por Ostrom, pero luego recontratado por Windmill. Su español es ronco y apasionado:

“Quiero mandar un mensaje muy claro a la compañía: no queremos destruirlos. Lo único que queremos nosotros es que nos traten con dignidad, igualdad, y respeto como seres humanos”, dice.

Una mujer grita: “¡Un trato justo!” Continua José: “Y tener una unión, por eso estamos peleando. Todos juntos venceremos. Gracias a todos que han venido de diferentes partes, estados, apoyarnos en esta causa. Hemos comenzado a luchar por esto, y no vamos a irnos hasta que no consigamos el objetivo. ¡Viva la causa! ¡Viva César Chávez! ¡Viva la unión! ¡Siempre pa’adelante!”.

Daniela Barajas, quien sigue a Martínez, fue despedida por Ostrom, pero encontró trabajo en otra empresa. En un español contundente, le dice a la multitud:

“Ya solo empezamos la lucha, estamos aquí y vamos a seguir. Aunque yo tengo más de un año que no trabajo en la honguera (plantación de hongos), porque era una de las que corrieron, yo sigo apoyando, por la gente que está allí, por sus familias, para los que no tienen trabajo para mantener sus familias. Ellos tienen derecho a mejor trato de trabajo», clama.

A seguidas, añade: «Y por eso estoy aquí apoyando, y no me voy a ir de aquí. Y les hago la invitación a todos de que cada que quieren que hagamos un movimiento de estos vengan y apoyen. Y de aquí no retiramos hasta que reconozcan una unión allí. La lucha va a seguir”.

Su discurso fue seguido con un coro repetido de: “¿Que queremos? ¡Unión!”

El secretario de Acción Cívica del sindicato, Juanito Marcial, condujo con otros trabajadores desde el área de la ciudad de Seattle, tres horas hacia el oeste, para ofrecer solidaridad a los trabajadores en Sunnyside.

La bodega donde trabaja, Chateau Sainte Michelle en Woodinville, fue la primera que tuvo un contrato de United Farm Workers (UFW)en el estado de Wahington. Los trabajadores lo ganaron en 1995 después de ocho años de lucha y sigue vigente.  Sin embargo, la mayoría de los miembros de la UFW están en el también occidental estado de California, donde comenzó el sindicato. Marcial recuerda esa historia en español:

“Estamos aquí, los compañeros que trabajan en la Sainte Michelle bajo contrato de unión. Y quiero decirles que nosotros ya tenemos un promedio de 27 años [bajo el contrato], el único lugar de agricultura que tiene un contrato [con la UFW en Washington], y que estamos disfrutando de varios beneficios de trabajador», cuenta.

«Los trabajadores aquí presentes … estamos diciendo que no están solos, que tienen mucho apoyo. Y nosotros les decimos, compañeros, que sólo empieza por el primer paso, no hay que desmayar. ¡Hasta la victoria siempre!”, añade.

La directora regional del Pacífico Noroeste de la UFW, Victoria Ruddy, cierra la manifestación agradeciendo a los trabajadores que siguen de pie y batallando tras un año de lucha. “Como dice don José, ‘¡No vamos a parar hasta ganar unión!’”, sentencia.

La multitud deambula a un parque cercano para hacer un picnic al ritmo de la canción de Joan Sebastian, El Ilegal, en el sistema de sonido.

    «Al norte llegué sin un centavo. Con dolor me alejé de mi país

Qué hermosa es la Unión Americana, Illinois, California y Tennessee.
Pero allá en mi tierra mexicana, un poquito de cielo es para mí.”

Cartel en el mitin de la UFW, Sunnyside, Washington, 18 de abril de 2023. Imagen: Peter Costantini

“Te damos a comer”, uno de los carteles en el mitin de la UFW, en Sunnyside, Washington, 18 de abril de 2023. Imagen: Peter Costantini

Nuevos jefes, pero aún no hay sindicato

El camino que llevó a los trabajadores de los hongos a su mitin del 18 de abril afuera de Windmill Farms estuvo plagado de retrocesos corporativos y baches legales.

En 2019, Ostrom Mushrooms cerró una granja de hongos que había administrado desde la década de 1960 en Lacey, al oeste del estado de Washington, y despidió a más de 200 trabajadores.

Trasladó sus operaciones a Sunnyside, en el centro del estado. La firma recibió un generoso apoyo de diferentes niveles de gobierno para subvencionar su mudanza y construcción de una nueva planta de 60 millones de dólares en 43 acres.

El estado de Washington incluyó un millón en su presupuesto de capital suplementario para compensar los costos de construcción de infraestructura en el Puerto de Sunnyside, que vendió la propiedad del sitio a Ostrom.

Ostrom también recibió préstamos de construcción a bajo interés y un reembolso por eficiencia energética del Departamento de Agricultura de Estados Unidos y una empresa eléctrica pública local.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

En Sunnyside, Ostrom contrató una nueva fuerza laboral de más de 200 trabajadores, la mayoría mujeres hispanas residentes en la zona.

Durante los periodos de pico de la cosecha, la operación empleaba a unos 300 trabajadores, dijo el director ejecutivo Travis Wood a Joel Donofrio del Yakima Herald-Republic.

En ese momento, Wood se quejó de la escasez de mano de obra. Señaló las ventajas del trabajo durante todo el año y las condiciones de clima controlado dentro de la instalación como factores que deberían atraer a los trabajadores agrícolas.

Según una investigación realizada por la oficina del Fiscal General del estado de Washington, “a mediados de 2021, Ostrom contrató una nueva gerencia para mejorar su producción».

«Esta nueva dirección creía que Ostrom necesitaba reemplazar su fuerza laboral mayoritariamente femenina, porque sus trabajadoras tenían obligaciones de cuidar niños y no podían trabajar hasta tarde o los fines de semana. La gerencia de Ostrom decidió sustituir su fuerza laboral doméstica con trabajadores del programa de trabajadores invitados H-2A”, añade.

Durante los meses siguientes, los empleados de Ostrom comenzaron a plantear cuestiones sobre sus salarios y condiciones laborales a la gerencia. Eligieron un comité de liderazgo para dar voz a sus quejas. Los organizadores de United Farm Workers comenzaron a consultar con ellos, al igual que Columbia Legal Services, una organización sin fines de lucro.

En junio de 2022, los trabajadores intentaron presentar una petición a Ostrom pidiendo “pago justo, condiciones de trabajo seguras, y respeto”.

Alegaron que los gerentes amenazaron y acosaron a los trabajadores, instituyeron turnos de horas extra obligatorios y elevaron las cuotas de producción a niveles excesivos, según Jasper Kenzo Sundeen del Yakima Herald-Republic.

Los trabajadores estaban sobrecargados de trabajo y subvalorados, dijo Joceline Castillo, trabajadora de Ostrom: “Hemos terminado de recibir los golpes, vamos a devolverlos”. Pero la gerencia de Ostrom no respondió a la petición.

Mientras tanto, en agosto de 2022, el fiscal general, Bob Ferguson, presentó una denuncia civil contra Ostrom en virtud de las leyes estatales.

Ferguson acusó a Ostrom de discriminación y prácticas laborales injustas debido al sexo, ciudadanía o estatus migratorio de los empleados, y de tomar represalias contra los empleados que se opusieron a estas violaciones.

Ostrom había reemplazado a la mayoría de sus trabajadores, que eran mujeres residentes locales, con trabajadores invitados masculinos de México, cuyas visas temporales H-2A brindan a los trabajadores menos protecciones laborales.

Sin embargo, el programa H-2A exige que el empleador demuestre que no puede contratar a suficientes trabajadores de la fuerza laboral local, lo que evidentemente no fue el caso, antes de traer a trabajadores invitados extranjeros.

La denuncia también acusó a Ostrom de «participar en prácticas injustas y engañosas… al engañar a los recolectores domésticos corrientes y potenciales con respecto a los requisitos de elegibilidad para el trabajo, los salarios y la disponibilidad de empleo».

Sin embargo, Ferguson no pudo abordar directamente las represalias contra la organización sindical o el uso de trabajadores H-2A para reemplazar a los trabajadores residentes. Estos asuntos se rigen por la ley federal, mientras que el fiscal general del estado solo puede hacer cumplir las leyes estatales.

La Ley Nacional de Relaciones Laborales (National Labor Relations Act), el estatuto federal de 1935 que regula la organización sindical y negociación colectiva, excluye a los trabajadores agrícolas y domésticos de su cobertura.

Por lo tanto, los trabajadores de Ostrom no pudieron pasar por los procedimientos legales formales para el reconocimiento sindical, ni beneficiarse de la protección de la ley contra las represalias por la organización sindical.

En septiembre de 2022, los trabajadores anunciaron que habían realizado una votación bajo los auspicios de la UFW. El resultado fue que 70 % de ellos eligió formar un sindicato. Pidieron a la dirección que reconociera a su sindicato y negociara con ellos los salarios y las condiciones de trabajo. Ostrom se negó.

Los trabajadores de Ostrom y los organizadores de la UFW subieron la apuesta en su campaña, recabando el apoyo de la comunidad. Continuaron piquetes informativos periódicos frente a la granja Ostrom en Sunnyside. Y en una repetición de los boicots de los trabajadores agrícolas de las décadas de 1960 y 1970, comenzaron a pedir a los consumidores que no compraran hongos Ostrom, sino que buscaran los hongos de dos granjas sindicalizadas en California.

En noviembre, los trabajadores se manifestaron frente a Metropolitan Market, una tienda de comestibles y otros artículos de lujo en Seattle, para destacar sus esfuerzos por formar un sindicato.

En noviembre, el Departamento de Trabajo e Industrias del estado respondió a una queja y encontró condiciones de trabajo en Ostrom que podrían causar lesiones a los trabajadores, informó Daisy Zavala Magaña en el Seattle Times. La agencia multó al productor con solo 4000 dólares, un tirón de orejas, pero aún se estaba investigando otra queja.

Luego, el 14 de febrero, la campaña se topó con un gran obstáculo. Según la UFW, la gerencia de Ostrom Mushroom Farms realizó una reunión con todos los trabajadores de la empresa para decirles que todos fueron despedidos de inmediato.

A partir de esa medianoche, las instalaciones de Ostrom en Sunnyside se venderían a Greenwood Mushroom Sunnyside IA, LLC, una nueva entidad propiedad de Windmill Farms, una corporación con sede en Ashburn, en la provincia canadiense de Ontario.

Windmill también usa la etiqueta Greenwood Mushrooms en granjas en Ontario y Pensilvania. A su vez, Windmill es propiedad de Instar Asset Management, una firma de capital privado con sede en Toronto, también en Ontario.

A los trabajadores despedidos de Ostrom se les dijo que podían volver a solicitar puestos de trabajo bajo la nueva dirección. Pero tendrían que rellenar nuevas solicitudes, posiblemente aceptar trabajos distintos de los actuales, y firmar acuerdos de arbitraje que prohibirían demandar al empleador o sindicalizarse.

Los trabajadores de Windmill y los extrabajadores de Ostrom sacaron adelante con su campaña, a pesar de que muchos de ellos ahora estuvieron desempleados. Algunos de los trabajadores originales que fueron recontratados se quejaron de que terminaron en peores trabajos con salarios más bajos.

Bajo la administración de Windmill Farms, las condiciones de trabajo seguían siendo “bastante malas”, según el líder del comité de trabajadores, José Martínez, que había trabajado en Ostrom durante tres años.

“Quieren que vayas rápido” para cumplir con una cuota por hora de recolectar 50 libras de hongos, me dijo. “Te ponen en empleo condicional por 90 días. Si no cumples [la cuota], te correrán”, añadió. Sin embargo, el mayor problema es que “no hay comunicación con ellos. A veces viene un supervisor y te dice una cosa, y luego viene otro y lo cambia todo”, acotó. Su mayor esperanza, dijo, era que “acepten las condiciones como queremos, tener un sindicato allí, y todo va a estar bien”.

Sin embargo, solo unos días después del mitin, Windmill despidió a Martínez. La gerencia alegó que no estaba cumpliendo con las demandas de producción, le dijo él a Zavala. Pero sospechaba que pudo haber sido despedido por su activismo a favor del sindicato.

Finalmente, el 16 de mayo, la Fiscalía General (FG) del estado de Washington anunció que Ostrom y Greenwood habían firmado un decreto de consentimiento. Sin admitir culpabilidad, Ostrom accedió a pagar 3,4 millones de dólares a un fondo para compensar a los trabajadores que sufrieron discriminación o represalias por denunciarla.

La FG “estima que más de 170 trabajadores son elegibles para compensación”, afirmó en un correo electrónico la directora de comunicaciones, Brionna Aho.

En el acuerdo, Greenwood acordó descontinuar las “prácticas laborales injustas y discriminatorias” que el Fiscal General identificó bajo Ostrom, y estableció un marco para la capacitación y el monitoreo del cumplimiento para prevenir futuras violaciones.

“La discriminación sistemática de Ostrom fue calculada para expulsar a las empleadas femeninas residentes en Washington”, dijo Ferguson en un comunicado. “Quiero agradecer a las trabajadoras que se pronunciaron en contra de esta discriminación ante tanto peligro y defendieron sus derechos. Mi equipo luchó por ellos y hoy logramos una importante victoria”, añadió.

El acuerdo ganó una compensación sustancial para los trabajadores y evitó una prolongada batalla judicial. Pero debido a que se basaba en la ley estatal, no podía obligar al reconocimiento del sindicato o la recontratación por parte de Windmill de los trabajadores despedidos por Ostrom, ni podía abordar el uso prohibido de trabajadores invitados H-2A para reemplazar a los trabajadores residentes.

Sin embargo, la FG cree que el Departamento de Trabajo, que aprueba las empresas para el programa H-2A, “está al tanto de nuestras afirmaciones sobre los abusos del programa H-2A por parte de Ostrom que dieron lugar al caso de la FG en virtud de la ley del estado de Washington.”

Una trabajadora todavía empleada por Windmill, Isela Cabrera, le dijo a Jocelyn Sherman de la UFW: “Estamos en esta lucha y no vamos a parar hasta que obtengamos un contrato sindical. Estoy muy feliz por mis compañeros de trabajo que sufrieron humillaciones y represalias por parte de la gerencia de Ostrom.

«Espero que este anuncio [del decreto de consentimiento] ayude a comenzar a mejorar las condiciones en Windmill Farms, ya que esta nueva administración continúa cometiendo favoritismo y represalias. Queremos que nuestros amigos despedidos recuperen sus trabajos y que Windmill Farms reconozca a nuestro sindicato”, añadió.

La presidenta de la UFW, Teresa Romero, me explicó que uno de los enfoques de la campaña sindical será persuadir a los inversionistas de Instar, algunos de los cuales pueden ser fondos de pensiones sindicales, para que presionen a Windmill Farms para que reconozca al sindicato.

Poniendo el peso del movimiento estatal detrás de los trabajadores de hongos, el Consejo Laboral del Estado de Washington (una rama de la confederación nacional AFL-CIO) y otros sindicatos anunciaron la formación de un Comité de Solidaridad.

April Sims, presidenta del Consejo, enfatizó: “Todos los trabajadores merecen un trato justo en el trabajo y la libertad de unirse para negociar mejores salarios y condiciones de trabajo. Los trabajadores de Windmill Farms no están recibiendo ninguna de esas cosas. Estamos orgullosos de solidarizarnos con estos valientes trabajadores de los hongos y lucharemos codo con codo hasta que ganemos un contrato sindical en Windmill Farms”.

Windmill Farms, Sunnyside, Washington, 14 de abril de 2023. Imagen: Peter Costantini

Camión de Ostrom a Windmill Farms, Sunnyside, Washington, 14 de abril de 2023. Imagen: Peter Costantini

Surfeando una ola nacional de organización sindical

La campaña de los trabajadores de los hongos de Ostrom / Windmill se une a una incipiente oleada nacional de organización sindical en muchas industrias. Estas iniciativas, sin embargo, nadan contra medio siglo de corrientes de resaca económicas y políticas, corriendo en contra de los trabajadores.

La afiliación sindical está en su nadir -el punto opuesto al cénit- en Estados Unidos desde de la Segunda Guerra Mundial. En 2022, solo 10,1 % de los trabajadores por hora y asalariados estaban sindicalizados, el nivel más bajo registrado.

En 1955, en contraste, era 33.2 % de ellos el que estaba sindicalizado, una proporción más de tres veces mayor.

En el sector privado, solo el 6,0 % de los trabajadores pertenecen ahora a sindicatos. Los activistas sindicales son con frecuencia, aunque ilegalmente, despedidos por organizarse, y las protecciones en el lugar de trabajo a menudo se aplican de manera deficiente.

Las leyes laborales nacionales siguen discriminando a los trabajadores agrícolas y domésticos. Fueron excluidos de las reformas laborales de la década de 1930 ante la insistencia de los legisladores sureños racistas, porque en ese momento la mayoría de los trabajadores en esos dos campos eran negros, mexicanos o filipinos.

Esta reliquia maligna de Jim Crow nunca ha sido extirpada, y la vieja intolerancia de rango libre continúa hoy oprimiendo a los trabajadores de bajos salarios en esas industrias. Siguen siendo en su mayoría personas de color, y se encuentran entre los trabajadores que más necesitan fuertes protecciones laborales.

Sin embargo, si los extrabajadores de Ostrom hubieran estado en una industria que distinta de la agricultura o el trabajo doméstico, habrían estado amparados por la Ley Nacional de Relaciones Laborales, que proporciona un marco legal para los esfuerzos de los trabajadores por sindicalizarse y prohíbe las represalias.

Y si se hubieran aplicado las regulaciones sobre la contratación de trabajadores agrícolas temporales que requieren que las empresas demuestren de antemano una escasez de trabajadores residentes locales, los trabajadores de Ostrom no podrían haber sido reemplazados legalmente por trabajadores invitados.

A pesar de estos obstáculos, un resurgimiento laboral parece estar ganando impulso a nivel nacional, particularmente entre los trabajadores jóvenes e inmigrantes. En algunos industrias de servicio y otras de bajos salarios, las campañas de organización están proliferando.

Las campañas sindicales de alto perfil en Starbucks, Amazon, Trader Joe’s, Recreational Equipment y otros empleadores importantes están apareciendo en los titulares.  Una encuesta de opinión de Gallup de 2022 encontró que 71 % del público estadounidense aprueba los sindicatos, frente a 48 % en 2010 y 64 % antes de la pandemia de covid.

La campaña Ostrom / Windmill también es protagonista en el renovado activismo entre los trabajadores agrícolas. United Farm Workers (Campesinos Unidos), fundado por César Chávez, Dolores Huerta, Larry Itliong y otros a principios de la década de 1960, reclutó principalmente trabajadores mexicanos y filipinos en toda la costa oeste.

En su apogeo en las décadas de 1960 y 1970, ganó numerosos contratos y mejoró palpablemente las condiciones en los campos. Sus boicots a las uvas, la lechuga y el vino de algunos productores aumentaron la conciencia pública sobre la explotación y el abuso generalizado de los trabajadores agrícolas por parte de la agroindustria. Este alcance comunitario también atrajo a nuevos activistas al movimiento en todo el país y los capacitó para organizarse.

En el frente político, la UFW encabezó importantes mejoras en las leyes laborales, principalmente en California. En 1975, una campaña dirigida por el sindicato obtuvo la aprobación estatal de la histórica Agricultural Labor Relations Act (Ley de Relaciones Laborales Agrícolas), que reconocía el derecho de los trabajadores agrícolas a organizarse.

Durante las próximas dos décadas, la organización de la UFW decayó y la membresía se redujo. Pero en este siglo, el sindicato informa que la afiliación se ha duplicado y la organización ha liderado nuevas campañas por los derechos de los trabajadores agrícolas y contra el robo de salarios y el acoso sexual.

Algunos otros estados con gobiernos progresistas también han reforzado las protecciones laborales para trabajadores agrícolas e inmigrantes.

En el estado de Washington, una administración y una legislatura demócratas aprobaron recientemente una legislación que garantiza que a los trabajadores agrícolas se les pague al menos el salario mínimo estatal, que actualmente es de 15,74 dólares por hora,  y pago de tiempo y medio de horas extra por más de 40 horas trabajadas semanalmente, a partir del próximo año.

El contrato de la UFW de 1995 que ganaron los trabajadores de Chateau Sainte Michelle, la gran bodega del área de Seattle, todavía está vigente hoy, como testificaron los miembros del sindicato en la manifestación de Sunnyside.

Los extrabajadores de Ostrom están instando a los consumidores a comprar hongos cultivados en dos granjas de California con contratos de UFW. Según el sindicato, más de tres cuartas partes de la industria de hongos frescos en California está sindicalizada. Sus contratos también cubren a miles de trabajadores en granjas de hortalizas, bayas, bodegas, tomates, y lácteos en los estados de la costa oeste.

Otros sindicatos también han organizado con éxito a los trabajadores agrícolas en los últimos años. Familias Unidas por la Justicia (FUJ), un sindicato independiente con sede en el noroeste del estado de Washington, ha ganado contratos sindicales para trabajadores de bayas y tulipanes, muchos de los cuales son gente indígena de México.

La Coalición de Trabajadores de Immokalee en Florida y las organizaciones de trabajadores agrícolas en algunos otros estados también han obtenido logros significativos para sus miembros.

Esa águila azteca negra en un círculo blanco sobre una bandera carmesí puede tener que volar largo y alto frente a Windmill Farms y las oficinas de sus propietarios para ganar un contrato allí. Y las banderas multicolores de muchos sindicatos pueden tener que ondear incansablemente fuera de otras granjas, fábricas, molinos y almacenes, y también los ayuntamientos, las cámaras estatales y el Congreso, para construir entornos de trabajo habitables y garantizar una vida digna para todos los seres humanos que realizan un trabajo “esencial”.

Sin embargo, a pesar de las barreras legales y políticas erigidas contra ellos, los trabajadores agrícolas y otros de bajos salarios están siguiendo nuevas estrategias con agallas tradicionales para defender sus derechos en el lugar de trabajo y construir poder colectivo.

¡No, no, no nos moverán! ¡No, no, no nos moverán!
Como un árbol firme junto al río, ¡no nos moverán!

(De una vieja canción de campesinos)

T: PC / RV: EG

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