“Trabajamos solo para sobrevivir el día a día”: El “Venezuela se arregló” no se siente en los barrios populares del país

Redaccion El Tequeno

Muchos hablan de una aparente mejoría económica y la frase-meme tiene a muchos rabiando y devanándose los sesos buscando explicaciones a lo que ocurre aquí. Lo mejor es salir a la calle, lejos del espejismo de Las Mercedes y los inventos de Chacao. ¿Qué dicen los pequeños comerciantes de una de las barriadas populares más grandes del país? Conversamos con siete de ellos y les preguntamos lo que ya nadie quiere oír: ¿de verdad algo se arregló?.

Jesús Piñero | El Estímulo

A simple vista, en un paseo rápido por el bulevar de uno de sus barrios, pareciera haber mejoría económica en Petare. Hay más buhoneros que antes de la pandemia y la gente maneja billetes de dólares de diferente denominación. Sin embargo, basta pasar la zona 3 para ver a unos cuantos jóvenes hurgar entre la basura, a unos hombres cargando agua y a dos mujeres vendiendo DVD usados. ¿Petare se arregló?.

A mediados del siglo XX, como tantos emigrantes españoles, el papá de Nieves llegó a Venezuela buscando mejores condiciones de vida. Tiempo después de establecerse, logró conseguir trabajo como camionero y no se le hizo difícil comprar un negocio en el barrio José Félix Ribas, en Petare, para asegurarle un futuro a su familia. Fue en julio de 1967, justo antes del terremoto, cuando pudo concretarse la adquisición de la ferretería, que vino a jugar un papel importante en la zona por el crecimiento de las barriadas.

Como suele suceder en estos casos, sus hijos empezaron a involucrarse más en el proyecto. Nieves, entre ellos, quiso prepararse como la generación de relevo, pero el país que le tocó vivir fue muy distinto al que recibió a sus padres en los 60. Inflación y crisis económica empezaron a ser palabras comunes en las conversaciones de la casa, donde cada vez era más difícil atender las necesidades básicas, pese a la bonanza de petrodólares.

Medio siglo después, Nieves tiene 64 años y narra cómo ha sido todo:

“Cuando comenzó Chávez el auge fue increíble. O sea, hubo una bonanza maravillosa, pero luego, muy rápidamente, empezó la escasez. Nos negaron el cemento y no podíamos vender cabillas. Eran materiales reservados para las grandes empresas y nosotros somos un negocio pequeño. Teníamos que resolver de algún modo, por eso le comprábamos a revendedores. Estuvimos en eso dos años. Cerrar nunca fue una opción, así solo vendiéramos clavos”.

Desde entonces no hay recuperación, aunque los dólares empezaron a moverse con regularidad desde 2019: “Ya no vivimos esos años horribles de 2016 a 2019, pero Venezuela tampoco se ha arreglado. Uno trabaja bastante para sobrevivir y medio vivir bien, pero no se puede ahorrar nada. Todo se tiene que invertir. Las cosas no están nada bien como dicen los chavistas”.

Aunque el cemento ya no es un problema, la venta no se ha incrementado. Son pocos los que tienen la capacidad de construir o hacer remodelaciones en Petare. Nieves añora poder ver a sus hijos, que emigraron por la crisis y viven en España. Tiene tres años sin verlos y el negocio no le da para viajar.

Entre los años 2005 y 2006, en pleno auge del chavismo, Elena y su esposo decidieron invertir en un negocio de víveres, carnes y charcutería. Con su empeño, querían asegurarle un futuro a sus hijos y un ingreso familiar fijo.
Aunque todo marchaba bien y el negocio iba en ascenso, no contaban con que, una década después, ese esfuerzo estaría devaluado y al borde del cierre definitivo.

“Desde 2013 y 2019, la crisis nos afectó mucho: de un negocio grande pasamos a uno muchísimo más pequeño. Todo el mundo se iba del país y nosotros pensamos hacerlo. Pensamos en cerrar y dejar todo”, cuenta Elena: “Fueron momentos difíciles, de decisiones complejas. No queríamos terminar en una empresa donde el sueldo era aún más bajo de lo que ya ganábamos”.

Se vieron obligados a dejar un local que prácticamente era suyo. Cada semana, la subida del dólar los asfixiaba tanto que tuvieron que empequeñecer el negocio. Ahora no venden ni alimentos ni carnes, solo charcutería. No han podido recuperar aquel gran capital con el que intentaron tener una vida estable, sin limitaciones.

“Nos descapitalizamos y tuvimos que replantearnos la idea. Ahorita tenemos como dos o tres meses ganando estabilidad, porque el dólar no ha subido tanto, pero el país no se está arreglando, no lo veo así. Trabajamos solo para sobrevivir el día a día”.

Los dos rememoran sus primeras ganancias, incomparables a las de hoy.

Dianny empezó a vender café en 2016 para atender a su hijo. No aguantaba la crisis y tenía que hacer algo. En casa la comida escaseaba con frecuencia y sus papás, dos señores de la tercera edad, no podían aportar mucho con la pensión del Estado. Renuente a trabajar en una zapatería o en una panadería como llegó a hacerlo cuando era más joven, decidió hacer dos termos de café y salir a venderlos desde las 5 de la madrugada hasta media mañana.

“Eso se hizo rentable, sobre todo en 2017 cuando salí embarazada de mi segundo hijo”. Todos los días, incluyendo los sábados, sale muy temprano de la zona 4 del barrio José Félix Ribas. Ha sido su rutina en los últimos siete años y ni un solo día ha regresado con los termos llenos.

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