Año Nuevo: de refundación

Redaccion El Tequeno

Que sea de verdad un año “nuevo”. En sentido profundamente humano.

Un año en que comencemos el siglo XXI y el III milenio. Porque el tiempo venezolano no sólo se ha detenido en genuino desarrollo, sino que retrocede, en índice económico, pero también en político y ético-cultural. Hemos llegado en dos décadas a una Venezuela “irreconocible”. Razón ha tenido el Episcopado Venezolano al plantear la “urgente necesidad” de refundar el país.

Refundación tiene una connotación de radicalidad y globalidad. No se trata, en efecto, de un cambio parcial o sectorial y menos de un arreglo epidérmico o cosmético, sino que implica ir a los fundamentos societarios y mirando al conjunto. Tiene que enfrentar lo sistémico y estructural, revisando horizonte y finalidad. Venezuela requiere no sólo la sustitución de un gobernante, la reforma de una ley o de un determinado procedimiento. Por ello, en lo referente al agente del cambio así como a la hondura y extensión de las medidas para solucionar la grave crisis actual, se menciona el artículo 5 de la Constitución, con lo que compete al soberano en cuanto a poder total, originario y constituyente. El “soberano”, es el sujeto primario jurídico del Estado, sí, pero entendiéndolo en sentido integral, como comunidad ciudadana corresponsable del bien común del país, que es no sólo instituciones y estructuras, sino también y sobre todo, convivencia humana, tejido de deberes y derechos, con vocación a un desarrollo completo, material y espiritual.

El soberano es quien puede y debe, por tanto, dar un giro fundamental al país. Éste sufre hoy un gravísimo mal, que pudiéramos calificar de substancial, para distinguirlo de algo simplemente parcial, puntual, accidental. Los obispos lo han conceptuado así: “Vivimos inmersos en un caos generalizado en todos los niveles de vida social y personal” (Exhortación de 10 de julio de 2020). ¿Podría calificarse con términos más fuertes, tristes e interpelantes, la desastrosa situación de Venezuela y precisamente a dos siglos de “Independencia”?

Refundar no es partir de la nada. Es un recomienzo histórico, asumiendo valores de la nacionalidad concreta, corrigiendo errores y proponiéndose, con realismo esperanzado, metas altas y, por ende, exigentes. Sumando tradición y novedad. No pretendiendo ilusoriamente borrar el pasado -inútil intento suicida, repetitivo en nuestra historia republicana-, sino aceptando con humildad y discernimiento la herencia recibida y proyectándola con creatividad hacia el futuro por construir.

Refundación constituyente. Sectores de la sociedad civil han identificado así la operación que la nación requiere en estos momentos de “caos generalizado”. Lo de “constituyente” subraya lo profundo y amplio del cambio requerido. Es un acto exclusivo del soberano (Constitución 5. 347-350), que determina el rumbo que ha de seguir la República en cuanto a estilo, autoridad y normas fundamentales; particular relieve tiene la redacción de una nueva Constitución. No es del caso precisar en este escrito pasos a dar ni particulares jurídicos a privilegiar. Lo que sí cabe resaltar es la urgencia de la intervención constituyente del pueblo soberano para sacar al país de la postración global en que lo mantiene el régimen del socialismo del siglo XXI, según lo que la Conferencia Episcopal Venezolana ha precisado repetidas veces y sin ambages. Baste citar algo de su Mensaje del 19 de marzo de 2018: “En los últimos tiempos, Venezuela se ha convertido en una especie de tierra extraña para todos. Con inmensas riquezas y potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos”.

Hacer de 2022 un año realmente nuevo, de refundación, se nos plantea a los venezolanos, creyentes y no creyentes pero decididamente humanistas, como un deber insoslayable. Dios nos conceda una Venezuela libre, solidaria, próspera, de calidad moral y espiritual.

Ovidio Pérez Morales

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