El presidente realmente existente y el costoso muñeco de trapo

Redaccion El Tequeno

Los falsos opositores son prisioneros de su incontenible deseo de enriquecerse de la noche a la mañana y de sus propias concepciones metafísicas de la política que los lleva a sustantivar las fantasías y presentarlas como si fuesen la realidad. Estas dos características, tanto la ambición como el autoengaño, han marcado la política errática y equivocada de la falsa oposición por más de dos décadas y a ello se debe atribuir en buena medida su reiterado fracaso en cumplir con la oferta fundamental de sacar al chavismo del poder.

Las políticas de la falsa oposición no solo han hecho más fuerte al chavismo en el poder sino que además ha provocado una extraña pero comprensible mutación donde por lo que ahora se lucha es por cohabitar en armonía con el régimen chavista en lugar que luchar por su derrocamiento. Esto lo seguimos viendo cada vez que con variedad de argumentos la falsa oposición justifica participar en elecciones de alcaldes y gobernadores en las cuales el régimen les adjudica algunas con el propósito de recibir a cambio reconocimiento y legitimación. En contrapartida el régimen transfiere cuantiosas cantidades de dinero a esas alcaldías y gobernaciones en manos de la “oposición” que en realidad son dineros para pagar las nóminas de las clientelas de los partidos del G4 y su corte de pequeños socios pedigüeños.

Pero además de recibir dinero directamente del régimen chavista a través de alcaldías y gobernaciones, en enero de 2019 la falsa oposición materializó el intento de hacer quizás aún más dinero sin tener que pedírselo al chavismo sino creando su propio gobierno interino. Con el argumento de que Nicolás Maduro usurpa la Presidencia de la República, según la Constitución chavista de 1999, la falsa oposición surge como defensora de la Constitución de marras para formar un gobierno de papel que, contando con el apoyo irresponsable de países como Estados Unidos, ha manejado a su antojo los activos de la República de Venezuela en el exterior.

Sin embargo, hubo quienes como María Corina Machado y Antonio Ledezma, del sector más presentable de la falsa oposición, que seguramente de buena fe le abonaron esperanzas al llamado interinato de Juan Guaidó. Otros tantos venezolanos también creyeron que quizás si contaba con el apoyo del gobierno norteamericano el interinato podría cobrar fuerza para llegar incluso a sustituir al gobierno de Nicolás Maduro.

Con el tiempo quedó muy claro que el objetivo del gobierno interino de Juan Guaidó nunca fue derrocar y sustituir al de Nicolás Maduro, sino más bien concentrarse en el manejo sucio de los activos de Venezuela en el exterior y la malversación de los dineros de la ayuda humanitaria otorgada por varios países. Al día de hoy se desconoce cuánto dinero ha recibido y en qué lo ha gastado el hamponato de Juan Guaidó, tanto de los activos como de la ayuda internacional. Solo se conocen algunos escándalos como el Cucutazo, el cobro de comisiones por la recuperación de activos, la quiebra de Monómeros y el papel de Citgo como caja chica de uno de los grupos de la falsa oposición.

El mal llamado gobierno de Juan Guaidó nunca tuvo ministros sino comisionados y asesores. Nunca quiso organizar un ejército o una fuerza militar, pero prefirió contratar una supuesta invasión a Venezuela con una compañía privada y mediante documento notariado. Tampoco Guaidó hizo ni siquiera el tímido intento de pedir la intervención militar internacional para Venezuela. Según sus propios allegados esto fue por temor a que le dijeran que no.

Curiosamente, en el ejercicio de su extraña presidencia de papel Juan Guaidó se desplaza por Venezuela con el beneplácito de un régimen chavista que de vez en cuando lo acosa, pero no va más allá mientras Guaidó siga sirviendo a sus intereses.

Pero más allá de la retórica estafadora de la falsa oposición está la realidad. Y esta se impone dramáticamente por encima de los deseos y las falsas ilusiones. Hace unos días el adjudicado gobernador de Barinas Sergio Garrido fue a Miraflores a besarle el anillo a Nicolás Maduro, como han hecho todos los gobernadores de la falsa oposición. Garrido viene de ser el candidato de la coalición de partidos de la MUD que también parasitan del hamponato interino que preside Juan Guaidó. Sin embargo, una vez recompensado con la Gobernación de Barinas, Garrido no alude a su presidente de papel Juan Guaidó sino, como le corresponde, al presidente que despacha en Miraflores, Nicolás Maduro.

El colaboracionismo servil de Garrido es tan impecable como su realismo político.  “Maduro es el que está en la Presidencia y maneja los recursos que necesitamos, queramos o no…” fue su justificación. Y desgraciadamente hay que darle la razón a Sergio Garrido. Desde el punto de vista de la realidad política material Nicolás Maduro es el presidente realmente existente. Es quien controla las fuerzas armadas chavistas, administra un territorio despedazado y representa a Venezuela frente a países como Guyana o corporaciones como la ExxonMobil. Pero Maduro también es, como apuntaba Garrido, quien reparte el dinero tan necesario para la logística de las clientelas partidistas.

Por su parte Juan Guaidó ni es ni actúa como presidente interino. Guaidó es el jefe de esa gestoría llamada gobierno interino, solo relevante para quienes viven de salarios y contratos de asesorías pagadas con los activos de Venezuela en el exterior y dineros de la ayuda humanitaria internacional. El apoyo de la llamada comunidad internacional a Guaidó solo ha servido para otorgarle un cheque en blanco al hamponato interino y que este pueda ponerle la mano a los recursos de Venezuela en el exterior, sin ningún tipo de control. Pero desde el punto de vista de la política real, de la geopolítica y de la dialéctica de imperios el gobierno de Guaidó vale cero porque no representa ningún poder realmente existente.

Hay que desmontar la retórica estafadora de la falsa oposición que fracasa miserablemente en todo hasta en identificar el verdadero enemigo al que nos enfrentamos los venezolanos. Hay que hacer política partiendo de las realidades concretas y no de vanas ilusiones. El presidente realmente existente, y a quien hay que expulsar del poder, es Nicolás Maduro con todo su aparato político. Y Juan Guaidó no es más que un muñeco de trapo, muy costoso por cierto y sin ningún anclaje en la realidad, que solo se mueve por los hilos de sus creadores para continuar reciclando las fantasías legalistas y electorales que a la larga han terminado favoreciendo al chavismo. Ambos, Maduro y Guaidó, representan al mismo régimen político que hay que derribar con su Constitución de 1999.

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Humberto González

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