La baluchies siguen quedándose a las puertas de la escuela

Redaccion El Tequeno

Hace casi una década, dirigí una academia para niñas sin escolarizar en Dohr Gatti, un pequeño suburbio en las afueras de Gwadar, una ciudad costera en la provincia de Baluchistán, al suroeste de Pakistán.

Con edades entre 11 y 15 años, ansiosas por aprender pero golpeadas por la tradición y la pobreza, la mayoría de aquellas niñas no habían tenido la oportunidad de recibir una educación formal.

Al igual que sus madres, su deseo de aprender se veía frustrado por la tradición de casarse tan pronto como llegaban a la pubertad y criar a sus hijos durante el resto de su vida.

En aquella academia traté de concienciar a la comunidad sobre lo crucial que era que las niñas recibieran una educación. Años más tarde, algunas de ellas lograron matricularse en escuelas públicas de la zona.

«Cuando los padres solo pueden permitirse invertir en la educación de un único vástago, suelen dar prioridad al niño ya que es más probable que consiga un trabajo remunerado y viva con sus padres en el futuro»: Hafsa Qadir.

En 2021, una de ellas obtuvo la puntuación más alta en el examen anual de octavo grado del distrito. Pero eso tampoco logró cambiar su destino. Poco después, la casaron y la enviaron a Dasht, una aldea remota en Baluchistán, para vivir con sus suegros y un marido mucho mayor que ella.

La religión y la tradición se entremezclan en Baluchistán, una región de Pakistán con una lengua y cultura propias pero en la que, al igual que en el resto del país, el islam sunita es la religión de la mayoría.

Con frecuencia me pregunto hasta dónde podrían llegar si se protegiera su derecho a la educación y si solo tuvieran una oportunidad de perseguir sus sueños.

¿A quién se debe culpar? ¿A los padres? ¿A la tradición? ¿A la religión? ¿Es la pobreza, el malestar político en la región, el sistema educativo mismo, el gobierno? ¿Son todos ellos?

Un grupo de alumnas en la escuela pública de Pishukan, en la provincia paquistaní de Baluchistán. La mayoría de esas niñas no accederá a la educación secundaria porque sus familias las casan nada más llegar a la pubertad. Imagen: Cortesía de Anila Yousuf

Un bien de lujo

Baluchistán es la provincia más extensa de Pakistán, pero también la más subdesarrollada. Según un informe del Banco Mundial, la tasa general de alfabetización en la provincia es de 41 %, y de solo 19 % para las mujeres.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas apuntan a que 78 % de las baluchies en edad escolar no van a la escuela. De cada 10 niños matriculados en la enseñanza primaria de la provincia, seis son niños y solo cuatro son niñas. Y la tasa de abandono escolar entre ellas es mucho mayor.

Sin embargo, existen casos excepcionales de mujeres que no solo han completado exitosas carreras, sino que también han contribuido activamente a la educación en la región.

Son mujeres como Anila Yousuf. La directora de esta escuela de niñas de Pishukan, un pequeño pueblo de pescadores en el sur de Baluchistán, ha sido seleccionada recientemente para realizar estudios de posgrado en el Reino Unido. Asimismo, acaba de publicar un libro que recoge historias de mujeres de Gwadar, su ciudad natal.

“Sumado a la menor matrícula entre las niñas, muchas de ellas abandonan la escuela tan pronto como llegan a la escuela secundaria. Esto hace que el número de mujeres tanto en la educación superior como en el mundo laboral sea mucho menor”, explica Yousuf a IPS.

Existe la creencia de que la provincia siempre ha sido tratada injustamente por el gobierno central y esto ha afectado a todas las instituciones incluida la educación, y especialmente a las mujeres.

Aunque algo de ello es cierto, en 2010 una enmienda importante en la Constitución transfirió la responsabilidad de la educación a las provincias. Desde entonces ha habido un aumento perceptible en la financiación pública provincial para la educación.

A través de organizaciones locales, varias instituciones internacionales -como el Banco Mundial, El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), US Partnership y el British Council- también han contribuido con un enfoque especialmente enfocado en  combatir la disparidad de género en la educación provincial.

Además, todos los ministros provinciales reciben un «fondo de desarrollo» anual para asignarlo a diversos proyectos, incluidas iniciativas educativas, dentro de sus respectivos distritos electorales.

A pesar de este gasto en educación, los datos apuntan a que siguen sin lograrse avances significativos en la mayor parte de la provincia. Yousuf incluso habla de un deterioro “aún mayor” en la educación pública y gratuita.

“No existe una planificación adecuada para el uso eficaz de los fondos. Ni siquiera los profesores de las escuelas públicas matriculan en ellas a sus hijos. Eligen escuelas privadas o envían a sus hijos fuera de la provincia”, dice la baluchi.

Como resultado, las escuelas privadas se han convertido en un negocio próspero en los pueblos y ciudades de la provincia. Pero con 60 % de la población viviendo bajo del umbral de la pobreza, se trata de un lujo inaccesible para la mayoría.

Según Yousuf, la mayoría de las escasas mujeres que acceden al mundo laboral suelen ser maestras o sanitarias.

“Me temo que vamos hacia atrás en todo el país. Las mujeres cada vez están más encerradas en casa. Sigue habiendo mercados específicos para ellas y cada vez se ven más escuelas coránicas, más mujeres escondidas bajo un burka…”, dice la activista.

Anila Yousuf con sus alumnas en la biblioteca de la escuela que dirige en Pishukan, en la provincia de Baluchistán. La enseñanza en Pakistán es segregada y hay menos centros de enseñanza primaria y media para ellas. Imagen: Mariyam Suleman Anees / IPS

Roles de género

Zaitoon Kareen es profesora de Universidad en Uthal, en la ciudad baluchi del mismo nombre, y también ha sido elegida para conducir estudios de posgrado este año. Según explica a IPS, educar a una hija siempre es más costoso en Baluchistán.

“Las niñas baluchies necesitan de asistencia, especialmente para la educación superior cuando tienen que viajar y vivir en un pueblo o ciudad diferente. Necesitan mejores albergues y alguien que los acompañe en los desplazamientos a colegios o universidades por cuestiones de seguridad”, dice Kareen.

El Informe Anual sobre el Estado de la Educación (Aser, en inglés) sugiere que las niñas solo asisten a la escuela si hay una cerca de casa, pero únicamente 26 % de los centros de primaria, 42 % de los de secundaria inferiores y 36% de los de secundaria superiores son para niñas.

La enseñanza es segregada y el número de escuelas para ellas es mucho menor.

«Cuando los padres solo pueden permitirse invertir en la educación de un único vástago, suelen dar prioridad al niño ya que es más probable que consiga un trabajo remunerado y viva con sus padres en el futuro», explica a IPS la activista Hafsa Qadir, que trabaja con la oenegé local Wang.

En 2020, con el objetivo de compensar estas carencias, el gobierno provincial baluchi impulsó iniciativas como el “Plan Sectorial Educativo 2020-2205. Pero la pandemia de covid-19 y las devastadoras inundaciones de 2022, que arrasaron con cientos de escuelas y carreteras, echaron por tierra muchas iniciativas.

En conversación con IPS, Zakia Baloch, una de las primeras fisioterapeutas de Pishukan, denuncia que el sistema educativo financiado por el gobierno es “negligente” en el proceso de selección de docentes, lo que redunda en profesores «mal capacitados y con habilidades y exposición muy limitadas».

Pero existe un problema aún más básico.

«En lugar de una educación adecuada, a menudo se hace un enorme énfasis en los roles tradicionales de género, preparando a las niñas principalmente para roles domésticos en lugar de prepararlas para carreras y empoderarlas como individuos independientes», dice Baloch.

“En 2023, cuando la tecnología ha abierto muchas vías de aprendizaje, nuestro sistema todavía sigue encerrado en un capullo”, lamenta la sanitaria.

T: KZ / ED: EG

IPS

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