Thays Peñalver: Venezuela y la tragedia postprimarias

Redaccion El Tequeno

«Pero, ¿son tontos o es que se han dado por vencidos?», me preguntaba un amigo español observando la dinámica de los candidatos a las elecciones primarias de la oposición en Venezuela. Para él es muy difícil comprender cómo todo lo ocurrido en los años anteriores termine en un mecanismo tan simple como ir a unas elecciones en 2024 sin que ocurra el mínimo cambio de mentalidad del régimen venezolano. «Si con la espalda contra la pared y amenazas de uso de la fuerza internacional les hicieron trampa, ahora que tienen el viento a favor, ¿los van a dejar ganar?», rezaba en parte su argumento sobre una oposición política que parece llevarnos cantando y aplaudiendo a las elecciones, para que luego nos comamos las perdices y seamos felices a partir de 2025.

Lo de darse por vencidos fue un comentario que no solo estaba basado en la actitud de los candidatos, sino que fue un dardo directo al verme en un programa de televisión en Colombia, explicando que, a mí en lo particular, no me interesaba lo que ocurriera con la elección del candidato, sino que lo que quería observar era el comportamiento de los venezolanos. Por lo tanto, quería saber si yo también me había dado por vencida.

Veamos. Parafraseando el dicho español, en mi país tampoco «cabe un tonto más» pero hay mucho que explicar. Así que acortemos camino con un par de verdades o más bien, obviedades. Venezuela no va a elecciones porque la oposición haya decidido algo. El régimen ha convocado a elecciones porque tocan en 2024 y el chavismo está movilizado, vayan los opositores o no.

La segunda parte de este rompecabezas es que buena parte de la comunidad internacional ha visto que una buena parte de la oposición demostró que ni tiene forma de gobernar, ni poder alguno para llegar al gobierno, por lo que decidieron retomar la negociación directa con Nicolás Maduro y las elecciones representan el camino ideal para que esto ocurra.

Por otra parte, la comunidad internacional lo ha visto como una cosa obvia. Con la llegada de Petro en Colombia, Lula en Brasil y López Obrador en México sumado al caos latinoamericano, el triángulo pro Maduro hace inevitable la apertura de relaciones y la congelación de la presión. De allí el nombramiento de los nuevos embajadores extranjeros, la entrega de credenciales y la reconstrucción de las relaciones que comenzó en 2020.

Otro punto obvio es la guerra en Ucrania y la realineación del mapa geoestratégico y económico mundial, que envió a Hispanoamérica completa al fogón trasero del Departamento de Estado de EEUU y de las cancillerías europeas. Es así como Europa ha vuelto a relacionarse con Maduro optando por una fórmula de no agresión y es evidente que las antiguas opciones sobre la mesa han pasado a negociaciones por debajo de la mesa que han logrado los pasos finales para el desmantelamiento del famoso gobierno paralelo, la expatriación sin ruido de Juan Guaidó junto a su familia y el cierre de la embajada alternativa en Colombia con miras al regreso de las relaciones primarias, con un encargado de negocios de alto rango, que fue subsecretario de Estado y muy conocedor de Latinoamérica.

La comunidad internacional ha apostado por lo que le conviene y el resultado ha sido meter el problema venezolano en el congelador hasta 2024

En fin, que la oposición cuenta muy poco o nada en todo este escenario. ¿Quiere decir esto que Maduro se ha salido con la suya? No necesariamente, o quizás habría que decir, por ahora. La comunidad internacional ha apostado por lo que le conviene y el resultado ha sido meter el problema venezolano en el congelador hasta 2024 y ver lo que ocurre posteriormente. En otras palabras, la oposición que no tiene voz en todo esto; se encuentra obligada a ir a unas elecciones que no son inmediatas, lo que trae como consecuencia una estrategia de disminución de presión durante un par de años y ya se verá lo que ocurre cuando los estadounidenses y buena parte de los europeos, tengan un nuevo presidente y primer ministro.

Es aquí, justo frente a estos escenarios, en lo que está basada mi opinión sobre que me importa más el comportamiento del venezolano frente a esta elección que su resultado porque ese lo tengo muy claro, tanto como el problema postprimarias, como también sé que cualquier cambio o no, interno y externo, ocurrirá a partir de enero de 2025 y para eso falta aún una eternidad políticamente hablando.

¿Quién va a salir como ganador en las primarias? La respuesta es bastante simple, nadie. La oposición venezolana que estuvo a cargo desde 2015 no solo llega en estado terminal, sino en desbandada, y en su mayoría exiliada, olvidada y en no pocos casos repudiada, pero el mecanismo escogido de lo que queda en el país es el equivalente a una eutanasia política, siendo las primarias el primer paso de ese proceso de muerte asistida.

La oposición debería presentar al país un nuevo proyecto político, para lo que deben renovarse y mostrar una nueva imagen

Esto conviene explicarlo desde la perspectiva de las necesidades. ¿Qué necesita la oposición? Una estrategia conjunta, porque ha quedado claro que nunca la han tenido. Lo primero que deberían hacer es presentarle al país un nuevo proyecto político, pero para ello deben renovarse y mostrar una nueva imagen que sea capaz de reconectar con los venezolanos y poder constituirse como una alternativa democrática.

Lo segundo sería constituirse como una plataforma de comunicación de cara al futuro, pues la única constante en política es el cambio y la comunidad internacional necesitará con quien hablar de cara al 2025 con un futuro gobierno estadounidense, por ahora posiblemente republicano, con un gobierno español también posiblemente de coalición de derechas, un nuevo parlamento europeo y una Latinoamérica en permanente cambio hacia lo radical. Por lo tanto, no importa el hoy, sino el mañana.

De allí a que ese proyecto de oposición debería comenzar a crearse y actuar en consecuencia aprovechando este congelamiento político y así emerger en el momento político oportuno. Algo debieron haber aprendido de lo ocurrido en 2019, cuando Guaidó, un superviviente designado que era el quinto o sexto en línea de sucesión de un partido minoritario, joven, inexperto y completamente desconocido, se encontró en el momento correcto y con la imagen correcta, así como con el tiempo político internacional para ser tomado en cuenta a escala planetaria. Por lo tanto, crear ese nuevo proyecto con caras e ideas nuevas a la espera del cambio mundial que sin dudas ocurrirá, era una necesidad tanto, como tener en ese proyecto las bases para que la comunidad internacional pueda identificarse y comunicarse.

Una de las grandes fallas de la oposición política venezolana ha sido creer que el problema interno no está relacionado con lo que pasa en el mundo

La apuesta, por lo tanto, debería diseñarse con un mapamundi en la pared porque una de las grandes fallas de la oposición política venezolana siempre ha sido creer que el problema interno no está relacionado con lo que pasa en el mundo. Deben comenzar de una vez a hacer política real para poder entender la gran jugada mundial que se aproxima y en la que el planeta entero necesitará de todas las fichas posibles en cada país. Lo segundo que debió aprender la oposición es que debe dar la impresión de que es capaz de unificar sus criterios en torno al futuro de Venezuela para luego demostrar que pueden formar un gobierno legítimo, tienen que demostrar que pueden crear una gran coalición que sea capaz de gobernar el país porque de lo contrario esa comunidad internacional, e incluso los votantes, no se movilizarán, ya que será preferible hablar con quién garantice el poder; a fin de cuentas, todo se reduce a los intereses.

Lo tercero es comprender la imagen que tiene hoy la oposición política. Mucho se habla de los millones de posibles votantes que han migrado. Al menos nueve millones entre los que se cuentan los siete en situación de refugiados y otros dos más que tenían doble nacionalidad y que nunca cuentan en la estadística, pero aquí hay dos problemas graves, el primero es que la inmensa mayoría no va a votar en las elecciones porque no tiene cómo inscribirse, ni hay mecanismos para llegarle a la mayoría. Y el más importante de todos: los que se fueron dejando todo atrás no solo se marcharon por culpa del chavismo, sino por la desesperanza de no contar con un proyecto opositor confiable y ven a la oposición como parte del problema, así como no pocos se sienten burlados.

De manera que, henos aquí. Y en vez de pensar en un proyecto político nuevo y una reestructuración profunda de la imagen, una convergencia de nuevos proyectos que sean capaces de unir a la oposición y dar la imagen de poder formar gobierno a futuro, la decisión es acudir a unas primarias en la que el voto castigo terminará de hundir a la destartalada flota opositora y cada capitán se hundirá con su barco.

¿Por qué digo que nadie va a ganar? Porque el modelo de primarias está concebido en el peor momento de imagen de la oposición y de allí a que quienes encabecen las encuestas sean los candidatos de ese voto protesta opositor. En algunas encuestas la mayoría de los votantes se decantan por la opción «ninguno», o no tienen la menor idea de por quién votar y en casi todas, los outsiders junto a la opción ninguno, tienen la mayoría de los votos.

Alguna le da la opción a Henrique Capriles, pero es en esta encuestadora -Consultores 21- donde podemos ver el problema en toda su magnitud, porque en dicha encuesta el 85% de los encuestados votarían por otro candidato o por ninguno. Por lo tanto, ¿cómo puede emerger un candidato unificador, si el ganador de la primaria apenas llegaría con un tres o cuatro por ciento de los votantes generales o la inmensa mayoría no votó por el ganador? ¿Cómo se puede dar la imagen de formar gobierno si el voto está atomizado a tal nivel, o la protesta es la mayoría reflejada en el voto?

Por otra parte, debemos comprender otro aspecto obvio. Una elección primaria está diseñada usualmente para definir candidatos dentro de un mismo partido o coalición política, pero el caso venezolano es único. No es lo mismo definir un candidato entre las corrientes del PSOE o entre las coaliciones de izquierda, que hacer una escogencia primaria entre candidatos tan disímiles como si se hiciera para elegir uno entre outsiders, Vox, el PP, el PSOE y Unidas Podemos. ¿Es ese voto o el de protesta endosable en las elecciones generales? ¿Serán capaces los partidos, que obtuvieron buena parte sino la mayoría de los votos, de apoyar a María Corina Machado o a Benjamín Rauseo? O viceversa, ¿los votantes de María Corina harían campaña por Henrique Capriles? Los votos de protesta o de candidatos outsiders, ¿migrarán a apoyar a candidatos mal vistos?

En todo caso, sería muy necesaria una segunda vuelta, al menos para que la comunidad internacional certificara por la vía democrática a un ganador real de la contienda. De cara a 2024 la oposición necesita a un Gulliver y no el más alto entre los liliputienses. Pero lo que se observa claramente es que las maquinarias que son muy parecidas entre si no permitirán que emerja un proyecto nuevo o se materialice un cambio de imagen opositora, ni va a existir una segunda vuelta en la que pudiera resultar ganadora una fórmula de coalición, que representaría a una oposición con la que se pueda hablar de cara al futuro, de modo que el problema que tendremos será en realidad en las postprimarias.

Un tercio de los votantes se ha marchado, otro tercio está en la inopia y otro más vive directa o indirectamente del régimen

Como dije, esa fórmula no va a dar como resultado a un ganador y el problema es que la oposición necesita hasta el último de los votos. Para comprender esto, lo siguiente que se debe analizar es que no estamos en la misma Venezuela de la última elección en 2013 cuando nuestro PIB era el tercero de Sudamérica, sino diez años más tarde cuando estamos entre las economías más pequeñas y pobres. Un tercio de los votantes se ha marchado, otro tercio está en la inopia y otro más vive directa o indirectamente del régimen venezolano. En otras palabras, buena parte de los votos duros de la oposición están fuera del país, mientras que el régimen conserva su maquinaria basada en el empleo y la repartición de lo que queda.

Por otra parte, vivimos en un estado socialista estratificado y repartido en núcleos de poder muy similar al cubano y ya enraizado como modelo que sostiene económicamente a un aparato burocrático de millones de votantes. No faltará quien haga los famosos cálculos míticos de que hasta el chavismo está dispuesto a sacar a Maduro, pero la realidad del estado socialista entendido como cuotas de poder en una pirámide económica que va desde la base hasta el vértice, continúa siendo un modelo electoral muy poderoso o lo que es igual, que Maduro para ellos es incidental, porque ese aparato irá a votar para garantizar su bienestar personal. Para eso trabajan: para tener su propio poder, por más pequeño que sea porque es eso lo único que les interesa.

Otro punto para tomar en cuenta es la oposición de la oposición, que no solo es ruidosa, sino que cada día es más grande. Solo un proyecto distinto y viable podría desarticular a este muy poderoso sector que cree a pie juntillas que todo está dispuesto para entregarle el poder a Maduro en las elecciones de 2024 y, de ser así, las dudas de este amplio sector opositor, podría desmovilizar a muchos votos que son necesarios. Es decir, que se necesitaría de cada voto y convencer hasta a los que están metidos debajo de las piedras, por lo que la prestidigitación de siempre sobre que a Maduro le gana hasta el perro de la vecina, o si todos salen a votar o que, si los millones de expatriados se inscriben en el registro y votan, o hacemos una campaña admirable seremos felices y comeremos perdices en vez del tradicional plato navideño, es una visión suicida.

El régimen usará todas las tácticas de siempre, neutralizará la movilización del voto protesta y enviará a todo su aparato para garantizar los votos necesarios, así como hará lo que todos saben que siempre ha hecho. Pero la oposición tiene también un punto interno muy débil, que es su imagen actual.

Otra cuestión que se debe tener clara es la actitud frente a las elecciones de 2024. Si emerge como resultado un candidato o candidata que no esté en disposición de acudir a la elección por carecer de garantías mínimas, ¿qué ocurrirá con la oposición? O si sale ganador un outsider que tiene todas las de perder contra Maduro y le entrega la elección, o un candidato que simplemente pierde, aun sabiendo que la desventaja y la falta de garantías fue brutal. De ocurrir alguna de estas variables, la oposición venezolana será enterrada para nunca más emerger.

Si al venezolano le importan un comino las primarias o elige por protestar o se decanta por atomizarse será el final de la oposición

Por eso es por lo que sostengo que mi mayor incógnita es el comportamiento del venezolano frente a las primarias. Si le importa un comino y van muy pocos a votar, escogiendo a un contendiente simplemente por protestar, o se decanta por atomizarse de tal manera que termine por hacer desaparecer a los partidos políticos, representará también el final de la oposición y no quedará nada de cara a 2024. Y vuelvo a decirle a la oposición política: si quieren sobrevivir preséntense como una alternativa democrática, que no es otra cosa que un nuevo proyecto y piensen en sus tiempos, es decir, en ese universo desconocido que será el nuevo mapamundi. No debe de ser difícil, pues toda Venezuela está hoy desmantelada.


Este artículo se publicó originalmente en El Independiente el 28 de mayo de 2023

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