Alberto Ray: El arte de la paz

Redaccion El Tequeno

En el Arte de la Guerra, Sun Tzu lo plantea con claridad: “la suprema excelencia consiste en romper la resistencia del enemigo sin combatir”. Es decir, se trata de someterlo y doblegar su voluntad de lucha sin que medie la violencia física.

Sun Tzu sugiere que la mejor forma de ganar una batalla es mediante la habilidad de vencer al enemigo sin tener que luchar. Es decir, utilizando la astucia, la estrategia y el engaño, en lugar de recurrir a la violencia directa. En otras palabras, el objetivo final es ganar la guerra sin tener que luchar una sola batalla.

Tratando de interpretar y trayendo a nuestros días a Sun Tzu, se me ocurre que existen varias maneras de romper la resistencia de un oponente, en principio tres: intimidación, disuasión y convencimiento.

Con la intimidación se coacciona al oponente exhibiendo o haciendo sentir el potencial de agresión superior de uno sobre otro. La disuasión por su parte es una acción que lleva a deponer o postergar las intenciones de enfrentamiento, ya sea porque la relación costo beneficio no es positiva o porque simplemente surge un equilibrio en el cual todas las partes en conflicto perderían. Este fue el escenario de la guerra fría entre los Estados Unidos y la URSS luego de la Segunda Guerra Mundial con el uso de las armas atómicas. El convencimiento es una tercera y más poderosa instancia en la que el enemigo voluntariamente acepta que puede surgir un espacio en el cual todas las partes en conflicto tengan alguna ventaja sin que medie el combate.  Aunque Sun Tzu no lo dice directamente en su texto, para él, el arte de la guerra es ganarle al enemigo desde adentro, venciendo sus resistencias e imponiéndole la voluntad del vencedor.

Si bien la persuasión o el convencimiento puede requerir más tiempo, recursos y esfuerzo, a largo plazo puede ser una forma más sostenible de resolver conflictos. Cuando se logra convencer a una parte involucrada de que hay una solución que beneficia a ambas partes, se pueden evitar futuros conflictos y crear una base sólida para la cooperación y la colaboración. Es evidente que el escenario de ganar sin combatir no es el más frecuente; sin embargo, la posibilidad de que exista una salida viable y sostenible a través del convencimiento es lo más deseable.

De alguna manera, Sun Tzu, en su premisa de la suprema excelencia de ganar sin combatir está implícita la filosofía conocida como «el arte de la paz». Esta idea se basa en la creencia de que la verdadera maestría se logra no a través de la lucha y el conflicto, sino a través de la armonía y la cooperación. El arte de la paz se centra en la construcción de relaciones pacíficas y en la resolución pacífica de conflictos.

El concepto del arte de la paz se remonta a la filosofía oriental, especialmente al Budismo y al Taoísmo, y ha sido popularizado por Morihei Ueshiba, fundador del arte marcial Aikido, quien lo consideraba como su objetivo principal. El Aikido es un arte marcial japonés moderno que fue desarrollado en la primera mitad del siglo XX, y a diferencia de otras artes marciales, no se enfoca en la lucha o en la derrota del oponente, sino en la resolución pacífica de la lucha y en la protección del practicante y del oponente.

El Aikido se basa en la idea de que la fuerza y la agresividad pueden ser transformadas en movimientos de fluidez y armonía, y utiliza técnicas de lanzamiento, inmovilización y proyección para desequilibrar al oponente y controlar la situación. Sus movimientos son circulares y fluidos, aprovechando la energía del oponente para neutralizar su ataque y protegerse a sí mismo. A diferencia de otras artes marciales, el Aikido no utiliza golpes o patadas, sino que utiliza técnicas de agarre, bloqueo y torsión para controlar al oponente.

En el prólogo de mi libro, Riesgos líquidos, el Dr. Luís Emilio Bruni menciona a las artes marciales como ejemplo de movimiento fluido frente a grandes resistencias: “Nunca se va al choque frontal. No se ofrecen superficies duras contra las que chocar. Se induce al adversario a seguir su propia trayectoria hasta el momento en el que una leve disrupción de su balance lo hace desplomarse a tierra donde se puede neutralizar”.

Es así como el arte de la paz se parece de algún modo, a la manera de afrontar algunos riesgos del mundo líquido. Ello implica aprender a manejar situaciones difíciles y conflictos sin recurrir a la violencia, y en su lugar, buscar soluciones fluidas, pacíficas y colaborativas que beneficien a todas las partes involucradas. Esta práctica requiere un alto nivel de autocontrol, paciencia, compasión y habilidades de comunicación efectiva.

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